AL FILITO
Ajusticiamiento
Quería escenificar un victimismo que lo aupara como héroe y quedó retratado ante el mundo como lo que es y como lo recordará la Historia
Acabo de leer unas declaraciones de Jhonny Depp (el Pirata del Caribe) mostrando su apoyo al Pueblo Valenciano y alabando al Español por su resiliencia. Esto último es un palabro que se puso de moda con la Plandemia y que viene a significar «capacidad de ... adaptación y recuperación frente a una situación adversa». Y debe ser verdad.
Tras la ruina que trajo la Guerra Civil y el expolio del gobierno «legítimo» (el oro de Moscú, el Tesoro del Vita y todo lo que robaron los chekistas, parias de la Tierra, puño en alto, en cada casa asaltada en la zona «roja», más lo que no se sabe), el país se levantó y reconstruyó. Fue un logro colectivo, porque, aunque hubiera buen patrón, la obra jamás hubiera avanzado si los peones no se hubieran afanado en hacer las cosas a derechas. Y a pesar de que siempre habrá algún idiota que replique alguna consigna aprendida, aún quedan hijos de la época capaces de darle el oportuno tapabocas , afortunadamente.
Llegó «la democracia». Y su avance pilló desprevenido a un Pueblo acostumbrado a que el Gobierno le asegurara vivienda, empleo, tranquilidad... sin coste alguno. Aunque, claro, ya era hora de sustituir la alienación de los Coros y Danzas por el folklore regional y, sobre todo, de poder elegir libremente. Lo que no se esperaban nuestros padres es que aquello se convirtiera en una merienda de negros (lo siento por las mentes sensibles y faltas de instrucción) y la llave que abriera la celda para que todos los «boquita de oro» -que ya fueron calificados en tiempos de la República como vagos y maleantes- comenzaran a robarles el sueldo, dejarles a la interperie y empobrecerles en relación directamente proporcional al enriquecimiento de sus enchufados al Sistema. Pero no pasó nada, la Gente arrimó el hombro porque había que mirar hacia adelante.
Nos mataban como moscas. Primero fueron terroristas vascos. Luego le siguieron catalanes e incluso gallegos. Hasta comunistas gaditanos (reconstituidos) llegaron a considerarse depositarios del derecho a acabar con quienes antojaran. Hoy podría ser un chiste si no fuera porque esos hijos de ramera no hubieran segado la vida de mil doscientas familias inocentes sin que se les pudiera aplicar el mismo ordenamiento penal que les llevó a erigirse como «ejecutores». Hoy, esa canalla forma parte de la inmundicia gubernativa de Estepaís. Si fuéramos un pueblo culto y avanzado, como el alemán post-nazi (por ejemplo), toda aquella basura apresada habría amanecido colectivamente suicidada en su celda y el Estado no hubiera sufrido ni un rasguño. Pero somos un pueblo resiliente...
En la mañana del 11-M, acabaron con la vida de ciento noventa y dos personas que se dirigían a su trabajo, colegio o universidad, en una operación en la que lo menos importaba era el número y la identidad de las víctimas y, lo que más, el cambio de gobierno. Y este Pueblo, tan resiliente, amaneció indignado al día siguiente, sí, pero ni en esa mañana -ni en ninguna de las que siguieron tras cada avance y noticia sobre lo acontecido- apareció una sola cabeza clavada en ninguna pica de ninguna plaza mayor. Porque teníamos que pasar página.
Hemos alcanzado un nivel de resiliencia de tal envergadura que acabamos teniendo como presidente del gobierno a alguien digno de ser comparado con una rata o una cucaracha, No de forma despectiva, no se confundan, sino alabatoria, por su capacidad de aguante y supervivencia ante crisis capaces de fulminar a la peor alimaña: epidemias, volcanes, corrupciones, inundaciones... Como aquellos seres, no puede salir a la calle, pero su reino oscuro está blindado por toda la basura que la histórica resiliencia española ha permitido que perdurara a lo largo de los años y sus excrementos se convirtieran en boletín oficial del Estado.
La semana pasada, ese escombro salió huyendo ante las escobas en alto, fingiendo punción y cojera, en un momento que hubiera sido crucial para España. El Pueblo podría haberlo ajusticiado allí mismo -se daban todos los factores propicios para ello- pero la sabiduría y nobleza histórica de esos valencianos supo contenerlos. Probablemente era lo que menos esperaba el Felón. Quería escenificar un victimismo que lo aupara como héroe y quedó retratado ante el mundo como lo que es y como lo recordará la Historia.
Ténganlo por seguro: a pesar de tener blindada la jubilación, comprado el Tribunal Constitucional y allanada la vida de los suyos, un enfermo de ese calibre es incapaz de soportar el saber que, para siempre, donde vaya, será considerado un miserable. ¡Pobre Valencia!