cardo máximo
¿A qué vino, presidente?
Pedro Sánchez llegó, vio y se fue. Dijo cuatro banalidades que lo mismo las podía haber dicho en Albacete y si te vi, no me acuerdo
Una visita del presidente del Gobierno siempre es digna de atención. Aunque la del sábado no lo fuera exactamente. O mejor dicho, lo fue sólo por los tres cuartos de hora que duró el encuentro con los responsables de la 'startup' Skylife, una empresa de ... base tecnológica en el sector aeronáutico, que le brindó la coartada perfecta para poder desplazarse en el avión oficial hasta el aeropuerto de San Pablo.
Ya sabíamos que Pedro Sánchez es una trinidad en sí mismo: está el político que decía una cosa en la oposición cuando aspiraba a mandar; está el gobernante que hace otra cosa radicalmente opuesta desde que duerme (cambio de colchón mediante) en la Moncloa; y está el secretario general del PSOE que dice y hace lo que mejor convenga en cada momento, según soplen los vientos del electorado. Tres personas y un solo político verdadero con dos naturalezas sin mezcla ni confusión: la radical para contentar en todo a los socios secesionistas, izquierdistas y de conveniencia; y la socialdemócrata para presentarse en Davos o donde haga falta. El sábado nos visitaron a la vez el secretario socialista al que los suyos no quieren ver ni en pintura y el presidente del Gobierno con su séquito blindado de guardaespaldas, palafreneros y correveidiles.
Como cualquiera con dos dedos de frente puede suponer que la visita a la compañía tecnológica servía como mera excusa, la expectativa sobre lo que fuera a decir en el mitin del pabellón de la Navegación creció entre los arúspices que nos dedicamos a prever el futuro político, no escudriñando las vísceras de los pájaros de buen o mal agüero sino leyendo entre líneas de los discursos de las autoridades. El quite de Muñoz con su discurso dejó el toro en suerte: ¿anunciaría Pedro Sánchez que el convenio para apoquinar el metro estaba listo para su firma?, ¿sorprendería a todos los presentes con una inversión estatal para el remate de la SE-40?, ¿traería una maqueta del puente del tocomocho de los túneles por Coria?, ¿señalaría un día de este año para arrancar las obras del Arqueológico?, ¿desvelaría el modo de transporte elegido para conectar Santa Justa y el aeropuerto?, ¿derramaría una lluvia de millones sobre los barrios chungos de la ciudad donde la gente pasa necesidad de verdad?, ¿saldría por los cerros de Úbeda?
Nada de eso sucedió. Sánchez (el gobernante y el mandamás del PSOE) llegó, vio y se fue. Dijo cuatro banalidades que lo mismo las podía haber dicho en Albacete, saludó al alcalde Antonio Muñoz con la misma frialdad que reservaría para el regidor de Bergen en una visita oficial, se distanció todo lo que pudo de Juan Espadas al que le levantó el castigo solo para que hiciera de presentador de los pregoneros y si te vi, no me acuerdo. De hecho, su visita no fue nada memorable. Tanto, que ya la hemos olvidado.
Con el debido respeto, señor presidente, ¿a qué vino?
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