OPINIÓN
Verano de libros
Vivir mundos imaginados por otros que nos llevan a recorrer espacios imposibles, aventuras únicas, misterios sin resolver
Uno de los grandes placeres de la vida es sentarse al solecito, en la playa, en un parque o bajo la ventana de casa, y ponerse a leer. Al menos, para mí, siempre ha sido así: pasar el veranito tirado leyendo un libro tras otros ... y sin nada más que hacer. Pero eso, obviamente, ha terminado remitiendo con el paso de los años y las responsabilidades laborales, más al ser guía. Por suerte, sigo sacando mis ratillos para poder ponerme delante de un libro, o de una pantalla en la actualidad, y seguir acrecentando mi mayor, y menos secreto, vicio.
Sin embargo, desde hace años, este placer se ha visto acrecentado por una segunda parte. Esa que conlleva el compartir las lecturas, comunes o no, con otros ratones de biblioteca. En mi caso, casi siempre es que con ese medio hermano pequeño que me dio la vida en Daniel Lanza, pero también con muchos otros. Al estar metido en el mundillo literario, tarde o temprano se te cruzan en la vida otros lectores (algunos, incluso, también escritores) que enriquecen tus lecturas.
De hecho, en verano, siempre trato de descubrir nuevas obras (no siempre recién publicadas) que nunca habían caído en mis manos. Este año, la sorpresa me fue recomendada por una de ese medio millar de viajeros que han estado conmigo en los últimos meses. Se trataba de una obra del aragonés Ramón J. Sender: «La tesis de Nancy». Un nombre y una sinopsis que, de inicio, no me llamaron pero que han logrado sacarme sonrisas y carcajadas con las aventuras de una californiana en Sevilla enamorada de un gitano medio payo. Carcajadas en medio de un estudio filológico sobre el habla andaluza.
También han caído algunos clásicos conocidos (sobre todo Stefan Zweig) y he vuelto a los ensayos históricos, que hacía mucho que no leía por desgana después de años investigando para la tesis doctoral. Pero además he descubierto esa literatura efímera que se cuela entre post y redes sociales; muchas veces de autores noveles y muy jóvenes que te permiten respirar un poco y tratar de encontrar entre ellos a quien, quizá, algún día llenen estantes.
Pero sin importar el formato o el autor, el placer es el mismo: leer y leer. Vivir mundos imaginados por otros que nos llevan a recorrer espacios imposibles, aventuras únicas, misterios sin resolver. También me lleva a volver a escribir; a sentarme frente al teclado para llenar de letras un folio en blanco. Ese que se me ha hecho cuesta arriba durante demasiado tiempo y que este año avanza corriendo para concluir una nueva novela.
Quizá haber vuelto al 'universo Cabrón', es que me introdujo en la literatura, haya ayudado mucho a que ahora mis textos vayan camino de Colombia, siguiendo a esos personajes gaditanos cruentos, bravos, inteligentes,… que conforman la Historia de la más vetusta ciudad de Occidente.
Al final, me he dado cuenta de que, cuando sueño mis textos, Cádiz se convierte en paraíso, en protagonista y villano. Quizá por ese amor odio que me produce saber el potencial y ver la realidad de esta vieja y loca ciudad.