OPINIÓN
Regreso a la vida
Lo más curioso es que este parón estatal que damos en agosto no hace que cambien mucho las cosas
Ya ha terminado el periodo vacacional y poco a poco las cosas comienzan a recobrar la vida. El día a día vuelve a ser rutinario y todo arranca lentamente después de dos meses al ralentí (y uno de ellos prácticamente inhábil). Ahora toca volver a ... las oficinas, volver a abrir los mails y ponerse al corriente de todo lo que hemos dejado dormido en las bandejas de entrada. Se terminaron las tardes en bañador y cangrejeras caminando a la caída del sol. Y también termina el bullicio y la sobrepoblación de las zonas costeras.
Hace muchos años que mido mis años por año escolar, comenzándolo en septiembre en vez de en enero. Agosto es realmente lo que marca nuestro día a día, desde el curso escolar hasta el político; desde la vida laboral hasta la vida social y cultural (más allá de los grandes festivales de música). Sorprendentemente, también en mi caso, ya que aunque vinculado laboralmente al turismo, pero especializado en el patrimonial, es ahora cuando recomienza el trabajo más duro; frente a un verano que es más del «free» que del «pay».
Lo más curioso es que este parón estatal que damos en agosto no hace que cambien mucho las cosas: Puigdemont sigue huido después de reírse del gobierno y los españoles con una aparición estelar, entre esteladas, en Barcelona; Pedro Sánchez sigue mirando a corto plazo para conseguir mantenerse en el poder mientras negocia presupuestos y ataca a los «propietarios de Lamborghinis» (yo no sé ustedes, pero entre mis amigos no hay nadie con uno); el Cádiz sigue rozando el descenso, con una guerra abierta entre Vizcaino y una afición que aun no ha puesto en el punto de mira al verdadero problema (Contreras, ese empresario que «trajo» Torrot y tantos otros pufos a la ciudad); Ucrania y Rusia siguen en guerra, aunque ya casi no aparezcan en los titulares; y la migración sigue siendo un drama demasiado duro y demasiado politizado.
Aunque siempre hay novedades. Como si nos aburriéramos de lo que ya tenemos buscamos cosas «randoms» que nos entretengan. No sé, se me ocurre montar una campaña de marketing casi perfecta en Mercadona que muestra la estupidez humana que afecta en demasía a nuestra sociedad hispana. O, por ejemplo, la guerra abierta contra un Vinicius que ha pedido que el Mundial de 2030 no se celebre en España por ser un país racista. Se equivoca el futbolista brasileño: España nunca fue racista, solo clasista.
Tan clasista que al hablar de migración, y aprovechando que Pedro Sánchez anda de gira por África, se centran los problemas de integración en los migrantes llegados en patera; cuando estos son los menos en nuestro país frente a todos eso que han entrado en avión o barco, de forma legal hasta terminar quedándose ilegalmente en el país una vez terminados sus visados de turismo.
Aunque esto no es más que un ejemplo de que todo sigue igual. Somos lo que somos y terminado el verano, seguimos siendo los mismos: un país de «cuñados» en las que todos (me incluyo en ocasiones) hablamos y vivimos sin saber de la misa la mitad.