OPINIÓN
Rebelión en el campo
Y con ese cambio climático, el campo se desangra. Y al desangrarse el campo, se rebela y se alza y se lanza a la carretera
El campo ha dicho «se acabó» y antes de acabar el día del martes, el gobierno ya comenzó a realizar promesas de prebendas para que la imagen de don Pedro I el de las mercedes no quede empañado por alguna tomatada inesperada. Pero el campo ... no está dispuesto a cambiar sus tierras por un puñado de dólares. Tanto es así que ya han avisado de que esto no es más que el principio. Un principio inesperado e incontrolado, pues los sindicatos principales españoles no parecen por labor de apoyar al trabajador agrario.
Ese silencio de CCOO y UGT era más que esperado: no se muerde la mano que te da de comer y los sindicatos generalistas están demasiado vinculados a los partidos de gobierno. Con el campo ocurre igual que con los autónomos, el otro sector abandonado por los socialistas y los sindicalistas, que los acusan de ser empresarios y no trabajadores. Los que vemos estos días en las calles no son grandes propietarios, son pequeños agricultores que son incapaces de hacer frente a la locura burocrática de un país con tres administraciones públicas que se sobreponen entre ellas.
El campo pide rentabilidad, piden no tener que vender a perdidas mediante una Ley de la Cadena Alimentaria. Buscan sobreponerse a las grandes empresas que traen los productos de Marruecos o Sudáfrica. También piden el fin de una burocracia que les hace imposible, a muchos de ellos, ser capaces de llegar a ayudas en épocas necesarias; igual que les arrasan con requisitos frente a la falta de estos para los productos venidos del extranjero. Finalmente, también piden ayudas directas, por supuesto. Y el gobierno no ayuda, no aporta, no apoya; y el resultado es un país paralizado completamente por trabajadores que tienen en sus manos el abastecimiento básico español.
Además, hay un problema extra: es una manifestación organizada por mensajería y pese a que los sindicatos generalistas digan que son empresariales, la realidad es que la gran mayoría son autónomos ahogados en pérdidas. Para colmo de males, esto no es algo nacional: todo el campo europeo ha sacado sus tractores a la calle; y las consecuencias las veremos en unos meses, cuando no haya cosechas a recoger; cuando dejen de llegar los productos a los mercados.
El ciudadano de a pie sigue siendo la gran víctima de una Agenda 2030 que pone a Europa a la cabeza de la lucha contra el cambio climático, mientras el resto del mundo continúa creciendo a costa de la muerte del medio ambiente tal y como lo conocemos. El cambio climático es algo real, lo vemos y sufrimos con una radicalización de los fenómenos naturales y de los ciclos medioambientales. Lo vemos en un Cádiz que vive en una eterna primavera y en una Cataluña que se seca al 50% mientras las provincias interiores nadan en la abundancia del Ebro.
Y con ese cambio climático, el campo se desangra. Y al desangrarse el campo, se rebela y se alza y se lanza a la carretera.