OPINIÓN
Puenting articulista
Quizá el ministro pensó que todo era como las redes; que podía hacer y deshacer; insultar y bloquear
En los últimos días parece que ha nacido una nueva modalidad de deporte de riesgo: el puenting articulista. A saber: escribir sobre Oscar Puente, a la sazón ministro del ramo puenteril, evitando que te meta en su lista de supuestos agresores. Él, tan bravucón y ... presente en redes sociales, ha puesto en marcha la maquinaria pública para que un funcionario del Estado dedique su tiempo a ver quién se ha metido con él. Y es lógico que se queje del acoso en redes, por supuesto; como lo es que no quiera que se metan con él. Pero lo que no puede hacer es usar dinero público para censurar a la prensa privada.
Esto, que es un mal de la izquierda, es lo que trató de hacer Pablo Iglesias controlando RTVE y es lo que lleva la izquierda muchos años gracias al control moral del cine y del mundo cultural. Mientras la derecha, esta batalla cultural, hace mucho tiempo que la dio por perdida. Sin embargo, no es de recibo que los medios de comunicación y los articulistas de opinión (me incluyo en estos últimos) nos veamos obligados a autocensurar nuestro pensamiento cuando hablamos de la labor política del ministro Oscar Puente.
Quizá el ministro pensó que todo era como las redes; que podía hacer y deshacer; insultar y bloquear. Pero, en la vida real, el bloqueo de tu muro personal no se puede hacer y tratar de callar al que no piensa como tú se llama censura. Hacer una lista acusando a medios de comunicación de todo el país (desde nacionales hasta locales) de haber hablado mal de él dice mucho más de él de lo que cualquiera de nosotros pueda escribir.
Muestra la verdad del matón de barrio, del chulo de colegio que se amedrenta cuando le levantan la voz. Acostumbrado a que su fuerza y su temperamento sean los que asustan a los demás, ahora no puede hacerlo. Ya no le vale seguir bloqueando e insultando en redes; se ha terminado eso de creerse superior a los demás. Ahora está en política y no jugando a las tertulias; y en política hay que aceptar lo bueno y lo malo. Entre otras cosas ser un personaje público, que va a ser estudiado, administrado y censurado por sus malas praxis.
Lo demás, hacer una lista señalando con el dedo del Estado a quienes piensan en su contra, se llama censura y muestra el lado más totalitario del gobierno de Pedro Sánchez. El presidente creyó encontrar en Puentes a su dóberman trasmutado de Alfonso Guerra, pero ni por cultura, ni por dialéctica ni por educación ni por formación, son comparables. Solo ha conseguido destapar lo que es: un político prescindible, chulesco y bravucón; más adaptado a la lucha tabernera cervantina que a la política del siglo XXI. Una persona cuyo ego solo es empequeñecido por Sánchez.
Oscar Puente no es un dóberman, parece más un chihuahua: ladrador y molesto, pero poco dañino. Por eso, como el chihuahua, sabiendo que no puede morder, busca el refugio de su dueño para parecer poderoso. Y el poder desea ejercerlo lanzando una campaña de censura a los medios. Pero se olvida de que el siglo XXI nos ha dado una ventana a la libertad, y que ni él ni nadie podrá callarnos a todos.
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