OPINIÓN
El pequeño dictador
La sociedad ha vuelto a desperezarse y la calle ha sido tomada por una mayoría silenciosa y moderada
En pleno siglo XXI vivimos una época en la que el ejercicio de la libertad de opinión se hace cada vez más complicado, acabando en una suerte de autocensura que nos lleva a evitar hablar de según qué cosas. El señalamiento mediático ha convertido a la turba enfurecida en la plaza de pueblo en «hater» de internet. Eso ha provocado un efecto curioso: la sociedad se silenció, se aborregó expulsando sus miedos, sus dudas y sus opiniones en redes sociales, pero no cara a cara. Menos aun en la calle.
Ahora, Pedro Sánchez ha conseguido despertar una bestia dormida. La sociedad ha vuelto a desperezarse y la calle ha sido tomada por una mayoría silenciosa y moderada. Por más que algunos exaltados traten de reventar los actos. Y el ejemplo es el abucheo colectivo a Isabel Peralta, la neonazi española más conocida y que fue detenida el martes después de subirse a un kiosco cerca de Ferraz.
Pero lo interesante no son los actos de estos individuos, tampoco el de los violentos exaltados de la extrema derecha con ganas de volver a un pasado que, en nuestro caso, nunca será mejor. Nada de eso importa y nada de eso inoportuna el sueño de nuestro presidente. Pero lo que, estoy seguro, si le conduce al insomnio es la actitud de una mayoría silenciosa que ha formado parte de una vida política zombi que se basaba en votar cada cuatro años. Esa que ahora ha salido a miles a las sedes del PSOE por toda España a decirle no a la amnistía.
Y eso si le da miedo a Pedro Sánchez, convertido en una suerte de pequeño dictador que aprovecha los últimos coletazos de una legislatura muerta para seguir lanzando leyes. ¿Qué hubiera dicho la izquierda si Rajoy, en su periodo interino, hubiera firmado esas leyes? Hablaríamos del regreso de Franco y la derecha más rancia. Pero la izquierda tiene bula para hacer lo que desee incluso aunque sea a base de romper la igualdad entre españoles. Lo ha hecho firmando con el BNG por un único escaño; lo está haciendo con Puigdemont para perpetuarse en el poder.
Un poder que le ha sido dado temporalmente por las elecciones y un método d'hondt que se ha convertido en la mejor herramienta para el ingobierno en este país; la mejor forma de fomentar las desigualdades haciendo que el voto de un andaluz valga mucho menos (y a las pruebas nos remitimos) que el de un catalán o un vasco. Con la necesidad de pactar con los nacionalismos para mantener su estatus, y alejado de la realidad de la calle, el resultado de las elecciones será un antes y un después en nuestra democracia.
Seguramente Pedro Sánchez logrará volver a gobernar, pero ¿a costa de qué? Por lo pronto de su propia honestidad, la de su partido y la de los suyos, metidos en una vorágine de mentiras e incongruencias. Pero la sociedad ha despertado, lo vemos en Madrid y en toda España. La gran masa ha despertado, la calle ya no es de la izquierda y el grito es claro: no a la amnistía no a la dictadura del nacionalismo catalán más radical.