OPINIÓN

Pedro y el facha

Él y los suyos siguen gritando que viene el facha, sacando de su tumba a los herederos del franquismo para volver a tener un enemigo común

Como en el cuento de Pedro y el lobo, el presidente del gobierno y todo su gobierno grita cada noche que viene el facha, buscando desviar la atención de lo que realmente importa. La situación judicial de la familia Sánchez no se antoja la más ... adecuada para continuar en el poder, ya que la mujer del César no debe solo serlo; también parecerlo. Y en este caso, la inocencia del entorno de Pedro Sánchez empieza a estar en sobrada duda.

Por eso, él y los suyos siguen gritando que viene el facha, sacando de su tumba a los herederos del franquismo para volver a tener un enemigo común que le permita reunir a los adalides de la democracia. La izquierda de rango abolengo capaz de acusar a Peppa Pig de que no haya mujeres ingenieras, cuando ya no pueden seguir usando a las víctimas de la Dana. Esas víctimas a las que el presidente, por cierto, no se ha dignado a honrar en una misa funeral. Quizá temiendo volver a convertirse en el foco de los insultos de un pueblo que ya está hastiado de tantos «y tú más».

En estos días, con Junts pidiéndole que realice una moción de confianza, volverán los ataques a quienes piensan diferente: los fachas que no comulgan con las ruedas del molino socialista. Ese molino que parece atascarse por la manta de Aldama y que comienza a levantar nueva polvareda sobre un gobierno socialista que juega a la honradez mientras los datos comienzan a ir por otro lado.

Pero no importa, ya lo ha gritado Pedro Sánchez: viene el lobo vestido de Vox y de la mano de un PP que se atasca en el discurso del enfrentamiento con la boca pequeña. Como se hace cuando se sabe que algo del polvo levantado puede acabar sobre sus cabezas. Mientras, los periodistas y los medios afines asienten que la extrema-derecha controla el Senado y controla hasta a los voluntarios que fueron a ayudar en la cada vez más lejana Dana.

En estos tiempos, ser «facha» se ha convertido casi en una virtud. En una suerte de rebeldía, de nadar contra corriente por defender ideas diferentes al régimen. El gran problema es que, algún día, será real el grito del presidente y «los fachas» se comerán al lobo.

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