OPINIÓN

La niña de las lluvias

El problema es que en la actualidad todo es más dramático; más feroz, más brutal

Javier Fornell

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Tenemos suerte, mucha, de vivir en el pequeño rincón que vivimos. Un lugar en el que el tiempo parece haberse parado en todos los sentidos; como si la historia, aquí, quisiera volver a jugar con nosotros. Como si el cambio climático que arrasa el mundo en fenómenos meteorológicos que no por ser habituales se nos presentan más broncos, más brutales. Lo hemos visto en toda España con las grandes tormentas que traen las primeras inundaciones del curso; lo vemos en Libia dónde los muertos se cuentan por decenas de miles; o en Marruecos, donde el terremoto ha sido devastador.

Pero esto es algo que ni es nuevo, ni va a ser infrecuente en los próximos años. El mundo se mueve al capricho de una corriente en la costa de Chile. Nunca fue más cierto eso del ala de la mariposa que crea tormentas al otro lado del mundo. Y el niño y la niña, dos fenómenos históricos que provocan un cambio de corrientes marítimas del norte al sur, es el capricho del tiempo que mueve esas alas. Después de años de sequía, la ciencia y la lógica nos hablan de la llegada de lluvias. Unas lluvias que ya han llegado en forma de «danas» comenzando a llenar nuestros pantanos.

El problema es que en la actualidad todo es más dramático; más feroz, más brutal. Por eso tenemos suerte de vivir en un pequeño rincón dónde el clima también parece haberse detenido para no seguir los designios de un cambio climático cuyo máximo exponente lo vemos en los cambios bruscos de temperaturas y de situación climática. Vemos como en toda España las calles se convierten en ríos; los cielos rompen a llover entre truenos y relámpagos, como si el propio cielo quisiera resquebrajarse. Pero aquí eso no pasa. Aquí nos hemos sumido en una eterna primavera que nos sitúa en un paraíso extraño; un reducto de tranquilidad climática.

El problema es que los cambios seguirán y, tarde o temprano, acabará afectándonos. Posiblemente, este año, volvamos a ver inundaciones en la Ina jerezana y quien sabe si en la propia ciudad de Cádiz, como ya ocurriera años atrás. Para eso, nuestros gobernantes deberían estar preparados y antes de que comience un año que se ventura lluvioso controlar los desagües y alcantarillas de la ciudad. Lamentablemente en estos años ya hemos visto como con cuatro gotas se llenaban de agua calles y plazas, como la remozada Plaza de España (más parecida a una piscina olímpica los días de lluvia que a una plaza peatonal).

Estamos a tiempo de preparar nuestras ciudades para lo que viene. Este es el momento de revisar y controlar antes de tener que lamentar. Si miramos atrás, casi todos recordamos alguna gran inundación en Cádiz, no solo en la Laguna (dónde por suerte se tomaron medidas), también en el barrio de la Viña pueden llegar a darse. La historia es sabia en esto y si miramos al pasado podemos recordar cómo la viña recibió la gran ola de 1755, y lo hizo por estar más baja que el resto de la ciudad.

También, por ejemplo, se deberían controlar nuestras murallas, antes de que el agua la convierta en un gran socavón. En años de lluvias y camio climático, es hora de comenzar a preparar realmente la ciudad antes de tener que lamentar grandes daños.

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