OPINIÓN
Gracias a un librero
Juan Manuel era un librero vocacional, no simplemente una persona que vendía libros. Lo sé de primera mano
Ayer contaba Dani Lanza en este mismo medio la última vez que hablamos, juntos, con Juan Manuel, el alma mater de la librería de Manuel de Falla. Ese día nos encontramos con el abuelo, que sonreía feliz al ver a sus nietos entrar en el ... mítico establecimiento. Un lugar que se ha vuelto espacio común para muchos y que forma parte de nuestras vidas, al menos de la mía. Tanto que, al despedirme de él y de Mari el pasado sábado casi se me saltan las lágrimas.
No pensaba escribir sobre él, pero al leer a Dani me di cuenta de lo mucho que ha significado en mi vida. Juan Manuel no era un simple librero, era MI librero. El hombre al que acudía desde casi niño, de la mano de mi madre, buscando libros que leer; el que ya de adulto seguía recomendándome obras sin equivocarse jamás. La razón era simple: Juan Manuel era un librero vocacional, no simplemente una persona que vendía libros. Lo sé de primera mano; lo sé desde hace años, cuando la vida me llevó a ser bibliotecario en la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras y le pedía imposibles: «Juan Manuel, necesito un libro sobre las guerrillas latinoamericanas, editada pon una editorial afín a las FARCs y que está descatalogado» y él hacía magia y me lo conseguía.
Si miro en mi biblioteca, estoy seguro de que más del 80% proviene de sus estantes. Librerías llenas de obras sobre Cádiz, en los que no importaba que fueras de una editorial puntera o autoeditado: si creía en tu libro, allí estabas. Lo sé como autor, pues mi 'Llamadme Cabrón' (que, por cierto, volverá a ver la luz en septiembre) ha estado quince años en su escaparate, como luego la 'Guía mitológica de Cádiz'.
También su apoyo lo hemos visto como editores. Dani y yo hemos hablado mil veces de lo que Juan pensaría; y muchas veces, por lo bajini, como el que no quiere la cosa, le preguntábamos esto o aquello, escuchando atentos y sabiendo que su consejo valdría oro. Y puede que él no lo supiera, pero cada vez que Mari venía a una de nuestras presentaciones, sentíamos que la editorial era tomada en serio.
Pero la vida es mucho más que libros, y Juan Manuel y Mari (Mari y Juan Manuel) merecen un descanso. Merecen echar el cierre (provisional, larga vida a Manuel de Falla de la mano de Carlos Porras) y dedicarse a algo mucho más importante: ser abuelos. Se lo han ganado, se lo merecen. Durante años se han dedicado a regalarnos experiencias y vivencias a través de sus recomendaciones lectoras. Ahora les toca disfrutar y descansar. Y aunque no pensaba escribir sobre ellos (¿Qué más se podría decir?) no he podido resistirme a darle las gracias.
Gracias por estar ahí, por apoyarme como escritor, pero mucho más aun por haberme regalado tantas y tantas recomendaciones. Por haberme dado a conocer tantos autores. Por haber convertido tu librería, sin saberlo, en mi lugar. En ese en el que, de soslayo muchas veces, casi desde la puerta y sin entrar, sentía paz. La paz del lector, el relax de quien se sabe en sitio seguro. Gracias por ser por siempre mi librero de cabecera que, como el médico cura los males, curaba mis bloqueos lectores.