OPINIÓN
Gordo
La perversión del lenguaje que juega a lo cariñoso mientras las miradas se convierten en insulto
Gordito mío es lo que le dice la abuela a su nieto mientras orgullosa le toca las lorzas. Gordi, le dice cariñosa la novia al novio, por más delgado que esté este. Gordo es lo que le dicen al delgado para halagarlo, y se llena la boca para usarlo desde el cariño. El Buda chino es gordo ya que muestra abundancia y felicidad y Botero descubrió en las curvas la belleza de la realidad. En otro tiempo, en otra época, ser gordo era estar sano, ser fuerte, y gordo se usaba para mostrar amigo y cariño… si se es delgado.
Pero cuando eres gordo (y no el «gordi» ni el «gordito»), entonces la boca también se llena para usar esas dos silabas. GOR-DO, así, como si se hablase en mayúscula. Y deja de ser cariño, y el gordo se convierte en el centro de la burla, y te miran y se ríen. Y algunos descubren una gordofobia que ataca al gordo, al que se le acusa de vago y glotón. Cuando no se produce el insulto bien intencionado (haz más deporte, come menos, ¿has pensado en operarte?) como si todo eso no lo hubiéramos ya pensado.
Hace unos días, un tipo de tiktoker (quizá buscando seguidores) saltó a la viralidad respondiendo en la presentación de un libro con el consabido «comer menos y hacer más ejercicio». La reducción al absurdo a una pregunta de difícil solución: «¿Qué podemos hacer para perder peso?». Y sí, es obvio, la respuesta es esa, pero esa no es la solución siempre. Lo se de sobra, pues llevo desde 1996 tratando de perder peso, casi siempre sin conseguirlo. Y no, ahora no hago deporte excesivo, y se que podría hacer más del que hago, pero raro es el día que no doy los consabidos 14.000 pasos, ante la sorpresa de quienes me ven subir cuestas por esos pueblos gaditanos.
Pero estoy gordo. Y como yo son muchos los que ni son vagos ni comen de más. Y los que no deberíamos tener que aguantar ciertas especulaciones sobre nuestra «buena» vida. Eso es algo que también debería aprenderse. Obviamente si estamos obesos es porque padecemos de obesidad y, por tanto, no estamos completamente sanos; pero eso no quiere decir que el resto de nuestro organismo falle. Podemos estar completamente sanos, salvo por el sobrepeso. Pero, sobre todo, tenemos el derecho a ser respetados.
La obesidad es una enfermedad, una lacra que en el siglo XXI se ha potenciado con hábitos alimenticios insanos. Pero no todos los gordos lo son por comer rosquillas por encima de sus posibilidades. A veces, simplemente, se es gordo. Como otros son delgados o altos. A nadie se le ocurriría decirle a una persona delgada en exceso que coma más o que haga menos deporte. Pero con el gordo se puede, es una obligación moral indicarle lo que debe hacer para parecer más sano. Y digo parecer, no estar, ya que muchas veces se ve más como una cuestión estética.
En el siglo del culto al cuerpo, sobramos en una sociedad a la que puede desagradar nuestra visión, pero que se llena la boca llamando «gordi» a su ser querido. La perversión del lenguaje que juega a lo cariñoso mientras las miradas se convierten en insulto.