OPINIÓN
Al final, seré hasta pesimista
Lo curioso de todo es que miramos a Estados Unidos como si se tratase de nuestro propio hogar y vivimos sus elecciones como si fueran las nuestras; pero miramos de reojo a avance de la extrema derecha en Europa
No siempre somos conscientes de lo que se mueve alrededor y creemos estar seguros sentados en nuestros cómodos sillones mientras vemos la vida a través de la pantalla de un móvil. Quizá, por eso, nos salga la parte más negra de nuestro humor cuando vemos ... como Putin amenaza con el uso de armas nucleares en una guerra europea que lleva ya demasiado tiempo activa a las puertas de casa. Una guerra que tiene múltiples aristas que van desde Corea hasta China pasando por Israel y el Próximo Oriente; pero que también se juega en el tablero africano mientras en casa nos sentimos tranquilos al calor del hogar.
Lo curioso de todo es que miramos a Estados Unidos como si se tratase de nuestro propio hogar y vivimos sus elecciones como si fueran las nuestras; pero miramos de reojo a avance de la extrema derecha en Europa y los vaivenes políticos de una UE en cuyo gobierno se venden carteras al mejor postor ignorando las líneas rojas que sí se marcan en la política patria. Y todo eso en medio de una crisis económica que queda escondida por la DANA, por el caso Koldo y por las denuncias a la mujer de un presidente que se enrosca por enésima vez en la poltrona de la Moncloa.
Será, quizá, que ando pesimista, que creo que la Historia es cíclica y volverá a repetirse lo que ya se vivió en el pasado, con una primera y segunda guerra mundial, entrecortadas por una pandemia mundial y unos locos años veinte que en este siglo no han sido tan locos como woke; aunque con la libertad a flor de piel, como también fue entonces para una élite acomodada y una clase media que jugó a ser élite. Hasta que llegó el crack del 29, como llegará también ahora, y la vida se rompió y volvió la guerra de ejes con Estados Unidos y Rusia a cada lado, y con una Alemania que ahora se torna europeísta mientras la beligerancia rusa continúa al antojo de un dictador al que se le dio buen nombre por ser de «izquierdas». Ya saben, esa doble vara de medir que tienen ciertas ideologías con superioridad moral dispuestos a argumentar que Rusia, como heredera de la URSS, es soviética y comunista en vez de dictatorial y zarista.
Lo pero es que terminamos el año como lo empezamos. Sumidos en una crisis endémica que se hace crónica mientras creemos vivir en libertad y expansión; con un dinero virtual que nos ahoga en pagos de tarjeta. Viviendo en una realidad paralela con la ilusión de ser ricos para irnos de vacaciones cada verano, cada Navidad, cada fiesta de guardar; mientras guardamos las penas el cajón de las preocupaciones. ¡Total, la vida son dos días, y uno fue en pandemia! Esa pandemia que nos cambió la forma de pensar no para hacernos mejores, sino para hacernos inmunes a los problemas; para hacernos ver la vida desde una ventana en la que salir a aplaudir mientras el mundo se desmorona.
O, tal vez, simplemente, llegamos al final de otro año, uno más, y veo que todo sigue casi como estaba. Con los mismos problemas y dificultades para los de siempre, mientras las castas siguen jugando al ajedrez con nosotros.