OPINIÓN
De fantasmas gaditanos
Ser de Cádiz no es fácil, tienes que sobreponerte a los fantasmas gaditanos: el paro, la vivienda, la subida de precios y el estancamiento de los suelos
Estamos de moda, no hay duda. Muy de moda, tanto que las cadenas son propensas a buscar en nuestra ciudad sus historias sin importar cuánto de realidad se esconda detrás. Y la última historia gaditana que ha llegado a las pantallas de toda España ha ... sido la de la fantasma de la Residencia. Que ya podía haber llegado nuestro hospital a las noticias por el anuncio del inicio de la construcción de una infraestructura más que necesaria para la vieja Gades.
Pero no, la noticia es que un supuesto fantasma que recorre los pasillos de la Residencia ayudando a los enfermos, riñendo a quienes no siguen las normas o se esconden para fumar en los vericuetos del vetusto centro. También, hay quienes aseguran que se le ve en los quirófanos, ayudando a los médicos y cirujanos, quizá por la falta de personal. Y cualquiera de esas cosas hubiera sido propio de noticia; pero no el rumor extendido por la ciudad del fantasma de marras.
Que por cierto, para hablar de fantasmas tenemos otros «más reales»; leyendas urbanas que corren por Cádiz. A mí, que sí que creo en estas cosas, la que más me gusta contar es la del fantasma del Ayuntamiento. Un funcionario que continúa trabajando a pesar de que se jubiló hace mucho tiempo y que recorre las dependencias municipales dejando un olor a colonia de varón (no diremos marcas, ustedes ya huelen la fragancia) y dejando sonar las llaves. Me gusta ese fantasma ya que suelo terminar las rutas de terror allí. El funcionario del Ayuntamiento es muy Cádiz: una ciudad que huele a fiesta y alegría, pero que vaga moribunda por un mundo de esplendoroso. Una ciudad que se pone los coloretes y sonríe por Carnavales mientras llora por dentro. Que se desangra dejando que la bahía recoja a sus hijos emigrados.
Un fantasma real, que se ha olvidado de que sí hay trabajo, y no solo en el sector servicios; un fantasma gaditano que se ríe de todos y de todo para no llorar; para no contar la verdad. Que nos vamos, que se van. Que Cádiz necesita nuevos aires después de ocho años en un limbo casi celestial, que nos dejaba a la puerta del paraíso ficticio. «No to'l mundo puede se' de Cadi', pisha», eso rezan las camisetas.
Y es verdad. Ser de Cádiz no es fácil, tienes que sobreponerte a los fantasmas gaditanos: el paro, la vivienda, la subida de precios y el estancamiento de los suelos. El fantasma de la turistificación, con un turismo que se nos va de las manos (y lo dice alguien que vive de esto) mientras un nuevo fantasma escondido en la economía sumergida se enriquece empobreciendo a los trabajadores y a barrios como El Pópulo, un fantasma de otra época que lucha para no volver a serlo; y que sufre la invasión de los freetour.
Cómo ven, Cádiz tiene muchos fantasmas más reales que la enfermera fallecida del Hospital Puerta del Mar. Fantasmas que pueden terminar acabando con la vida gaditana; de la vieja ciudad y de los cada vez menos vecinos. Pero mientras sigamos saliendo en las noticias para hablar de fantasmas, para ser el hazmerreír, una vez más, poca vida encontraremos tras el velo de los espectros.
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