OPINIÓN
La Europa que no queremos
Nuestros partidos parecen no ver la importancia que las políticas europeas tienen en nuestro día a día. Y la mayoría de ciudadanos desconocen completamente las implicaciones brutales que las decisiones tomadas en Bruselas tienen en su vida cotidiana
Hace unos años, en los albores de internet, me reía muchísimo con una parodia de una elfa que vivía en nuestro país. Por esas cosas de las asociaciones de ideas extrañas que uno tiene cuando pasa muchas horas trabajando, estos días aquella Elvisa se ha ... convertido en Alvise. Solo que aquella me hacía realmente gracia, y Alvise no. Si no saben quién es, se trata del nuevo esperpento europeísta de turno. Un pseudo periodista de ideología ególatra lanzado a la derecha ya que tiene caladero de votos. Un ser que es capaz de mentir, difamar y 'escrachear' a cualquiera pero que también tiene la capacidad de mover masas. Y esas masas le pueden llevar al Parlamento Europeo.
No extraña que ocurra, al fin y al cabo, en España, nunca se ha tomado en serio a la UE y hemos convertido su parlamento en un cementerio de elefantes en el que tenía sitio desde políticos al borde de la jubilación hasta Ruiz Mateos. Eso sí, con grandes sueldos. Y Alvise va a por el suyo. Lo peor es que viene con ganas de meter cabeza en política y sus acólitos ya se apostaron frente a la sede del PSOE pidiendo la dimisión de Pedro Sánchez. Se ha convertido en un nuevo Pablo Iglesias escorado al otro lado y manejando medios que los partidos tradicionales no han logrado ver, como Telegram y sus canales de información.
Y para mí, que soy europeísta (y federalista, pero esto es otro cantar), ver como se tratan estas elecciones es más que preocupante. Nuestros partidos parecen no ver la importancia que las políticas europeas tienen en nuestro día a día. Y la mayoría de ciudadanos desconocen completamente las implicaciones brutales que las decisiones tomadas en Bruselas tienen en su vida cotidiana.
En España, hemos optado por dar la visión erasmus de la UE: la del intercambio de estudiantes, la del euro-velo que nace de Cortadura para que lleguemos sanos y delgados hasta Atenas con nuestras bicis. Pero no nos damos cuenta de lo que implica ser frontera sur, de lo que conlleva para nuestros campos la Política Agraria Común; de lo que supone que el Banco Central Europeo controle los precios del euro.
La UE se nos hace lejano, y su parlamento nos parece un circo en el que se guardan los juguetes rotos y viejos de los partidos políticos: de Irene Montero (cuyo cartel es «divino») al exdiputado que usted prefiera. Pero la realidad es que si el Presidente de turno de la UE tose, todos tosemos; y que tiene mucho poder en nuestra realidad.
Lo vimos durante la Pandemia y las ayudas a Estados, empresas y particulares; lo vemos en la guerra de Ucrania y la defensa de las fronteras con Rusia. Lo vemos con las crisis económicas, con el control de los bancos y la defensa del consumidor. Pero no queremos ver la realidad. La realidad de que poco a poco avanzamos hacia el Estado Federal Europeo, al más puro estilo USA. Y que cuando eso ocurra agradeceremos ser parte del motor mundial, que lo terminará siendo por desarrollo histórico cultural y político. El problema es que por el camino terminaremos confundiendo la parodia de Elvisa con la política de Alvise.