OPINIÓN
La edad dorada de las personas
Trabajar con la edad dorada del turismo (mal llamado mundo senior, desde mi punto de vista), conlleva saber estar con los mayores, escucharlos y tratarlos con cariño y respeto
Hace unos años que mi vida laboral se ha encaminado a guiar y desde hace algo menos he encontrado un «nicho» de trabajo que se ha convertido en un regalo: los circuitos con mayores. De ellos aprendo mucho cada día y aunque a veces las ... rutas no sean como uno espera, siempre tienen algo especial.
Sobre todo he aprendido a vivir con vitalidad y a disfrutar de cada instante como si fuera la última oportunidad de hacerlo. Ese espíritu de lanzarse el primero a subir la cuesta de Arcos sin importar la edad que marque su DNI; esa cara de sorpresa o ilusión ante cada nuevo descubrimiento que las rutas les ofrecía. Las preguntas y el interés mostrado en cada visita, sin importar que haga calor, llueva o truene; con una curiosidad que se acerca a los primeros pasos dados en la vida.
Con ellos se trabaja más pausado, más lento, buscando un ritmo que no convierta sus vacaciones en una yincana cultural. Pero aun así vemos todo o casi todo, disfrutando al saber que aquello que cuento lo oyen con alegría y ganas de saber. Eso es algo que no siempre se encuentra en una ruta de otro tipo, con otras edades, muchas veces más preocupados del ocio que del conocimiento. Es cierto que, a veces, quienes están en estos grupos organizados lo que desean es, simplemente, pasar el rato; pero al menos aquellos con los que he topado buscan saber, conocer, descubrir cada rincón para volver una vez más el próximo año. Eso sí, hacerlo con diversión, no cargando de datos y fechas, y prefiriendo curiosidades a grandes tesis doctorales.
Y ese descubrimiento continuo es maravilloso. Además, me lleva redescubrir las ciudades a través de su mirada y eso hace que cada día de trabajo se convierta en un día nuevo, en una ruta nueva, en una experiencia nueva. Pero también me hace plantearme si todo el mundo está capacitado para esto.
Veo a mis compañeros y sé que ellos sí. Lo sé por la empatía que muestran, y la paciencia infinita que a veces debemos tener para adaptarnos a las necesidades de cada cual, que no son pocas. Trabajar con la edad dorada del turismo (mal llamado mundo senior, desde mi punto de vista), conlleva saber estar con los mayores, escucharlos y tratarlos con cariño y respeto. Pero con seriedad y no como «viejos tontos».
Lamentablemente, este nicho turístico ha sufrido años las penurias y la herencia de los viejos INSERSOS en los que muchos clientes carecían de conocimientos y se cultura básica, muchos sin haber salido de sus casas jamás.
Ahora, nos encontramos con profesionales que han viajado y que han conocido mundo; algunos con gran bagaje cultural y eso hace que debamos cambiar nuestra forma de tratarlos y, sobre todo, de organizar los viajes. Pero eso es un tema que no es día de abrir.
Yo, por ahora, me quedo con la vuelta de conocimiento; con lo que me aportan a mi día a día, ayudándome a ser mejor y también a conocer otras realidades diferentes. Al fin y al cabo, el turismo siempre es aprendizaje mutuo. O, al menos, así lo siento yo.