Corbatas contra el cambio climático
Nuestras abuelas sí fueron precursoras de la lucha climática y en vez de aire acondicionado nos daban la manguera o, más divertido aún, un montón de globos para una guerra de agua
Sin duda, Felipe González debió ser un adelantado a su tiempo cuando se quitó la corbata. Ya entonces, por aquellos años 80 de desfase, en el que los niños aprendíamos con la Bruja Avería, los socialistas lucharon contra el cambio climático arrancándose las corbatas (esas ... sogas elitistas). Aunque no ayudó a mucho ya que las chaquetas de pana no debían aliviar el calor de Sevilla un agosto cualquiera de 1985. Claro que ellos no cayeron en la dialéctica de sus camaradas del siglo XXI.
Nuestras abuelas sí fueron precursoras de la lucha climática y en vez de aire acondicionado nos daban la manguera o, más divertido aún, un montón de globos para una guerra de agua. Formas sencillas y básicas de evitar las horas de estío en los calurosos veranos de nuestra infancia.
Y no, no es que no crea en el cambio climático. Más bien todo lo contrario: lo que no creo es que el hombre sea capaz de detener lo inevitable y las propuestas peregrinas de este gobierno menos aún. El calor debe afectar a un Pedro Sánchez que propone (y obliga en ocasiones) a que los aires acondicionados/ calefacciones estén en 27º en verano y 19º en invierno. Sin pensar que en la media está la perfección. Eso, al menos, es lo que pienso yo que vivo en unos eternos 24º. Claro que Cádiz tampoco es lugar de grandes contrastes. Tampoco en este verano de olas de calor.
Parece que ya no recordamos aquellos otros veranos de levante en calma. En los que no corría una gota de aire y no se oía una voz en una calle vacía. De esos años recuerdo esperar a las 6 de la tarde para poder ir a la playa y pasar el resto de las horas en penumbra, con la casa casi a oscuras para conseguir bajar la temperatura de la vivienda. También recuerdo llegar a dormir en la bañera, por ser el sitio más fresquito en una casa que tenía suelos de madera y a la que daba el sol todo el día.
Quizá, entonces, éramos menos exigentes con las comodidades vitales; quizá, simplemente, en nuestra ciudad y su entorno no estamos sufriendo tanto el cambio que sí se ve en otros lares. Solo de pensar un Londres a 41º ya asusta, pero ese cambio no se da en todo el globo. Aquí, lo que se une es la novelería gaditana, que termina asustando al local y al visitante haciéndoles creer que estamos a la puerta de Mordor, con la falta de memoria sobre los años pasados. Obviamente, el clima está cambiando. Eso es algo tan absolutamente real que lo vemos día a día. Y no hay mucha opción de mejorar. Los científicos llevan años advirtiéndonos y no hemos querido verlo hasta que ya lo tenemos encima.
Ahora solo nos queda la otra realidad que ha tenido la Humanidad a lo largo de toda su historia: adaptarnos al medio. Y para eso ni las corbatas en los armarios ni los aires acondicionados echando calor en verano nos van a ayudar. Llega el momento de mirar al futuro y comenzar a plantearse qué narices podemos hacer para sobrevivir. No por nosotros, que seguiremos con un mundo más o menos habitable. Hay que hacerlo por los que vienen detrás y por los que no pueden quejarse del calor en la oficina, mientras sufren terremotos y maremotos que arrasan sus viviendas.
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