OPINIÓN
Y, para colmo, volvió Trump
Se fanatizan en sus ideas más radicales al perder el arraigo a su origen familiar y sentirse marginados en la tierra que los vio nacer
En medio del crecimiento de las ideas de extrema derecha, la llegada de Trump supone un nuevo revés a las políticas woke de una izquierda europea que vive sumido en la utopía. Las elecciones norteamericanas han supuesto un golpe de realidad para una izquierda que ... creyó encontrar en Kamala un elefante blanco que mantuviese las políticas socialistas en la Casa Blanca. Se olvidaron que en Estados Unidos, Trump sería nuestro Alvise y Kamala la transmutación de Abascal, pero que ambos juegan por la misma banda.
También se olvidan de que, en épocas de crisis, la sociedad prefiere una figura fuerte que de un discurso claro que as vaguedades de los brotes verdes y las políticas de género en la reconstrucción de Valencia por la DANA. Y vivimos en una época de profunda crisis, en la que la cesta de la compra sigue en crecimiento y en la que el miedo al migrante comienza a mostrar su cara más amarga; esa que ya vemos en Francia con zonas tomadas por las segundas generaciones. Esas que, curiosamente, se fanatizan en sus ideas más radicales al perder el arraigo a su origen familiar y sentirse marginados en la tierra que los vio nacer.
Además, el crear enemigos dónde solo ellos ven fantasmas, tampoco ayuda a una izquierda que se ha ido perdiendo en su propia deriva ideológica y que rabia en X (antigua Twitter) y en todas las redes sociales creando fachas, neonazis y extremo derechismo allí dónde cualquiera les lleve la contraria. Quien está contra Pedro Sánchez, está contra la Democracia, parecen gritar mientras el gobierno sanchista vincula las ayudas por al DANA a la aprobación de sus presupuestos (Quien está contra Pedro Sánchez, está contra la solidaridad y los valencianos).
Ya lo decía la ministra «Ahora es nuestro momento». Pero el momento se le puede mostrar muy amargo. La cobardía de Sánchez huyendo de las masas enfurecidas por las faltas de ayuda dicen más de lo que muestran. La imagen de ese día no es la de Pedro Sánchez cabizbajo. Hay que buscarla antes, cuando llega junto al rey con sonrisa de suficiencia, esperando un baño de masas que se convirtió en lluvia de barro. Pero esa sonrisa, casi burlona, muestra que el Presidente creía haber ganado su guerra mental, cuando realmente lo que hacía era perder el poco prestigio que le podía quedar después de no haber acortado su visita a la India; después de esperar cinco días para que la ayuda llegase a Valencia, después de haber soltado aquello de «que lo pidan».
Y, para colmo, volvió Trump y triunfó la derecha en el país más poderoso del mundo; y el discurso woke anti todo lo que suene a lo que no quiero que suene corre peligro de romperse. Y con eso se ve un fin de ciclo en el que la izquierda española ha tirado barro político contra los voluntarios que estaban metidos en el barro real; con unas organizaciones de derecha (y extrema derecha) que sí se han manchado los zapatos frente a una izquierda que no está para quitar lodos. La lección vital ha sido clara y el cambio de contrapesos políticos puede estar empezando a producirse en España.