Opinión
Ni ceceo ni heheo
«Las casualidades de la vida han hecho que Adelante Andalucía haya lanzado una campaña para que no nos sintamos avergonzados de nuestra pronunciación»
Hace unos días, viendo una película cuyo nombre omitiré, comentaba con un amigo el exagerado acento andaluz de sus protagonistas. Actores, casi todos ellos, nacidos en la propia Andalucía y que trataban de remarcar aún más ese origen haciendo que la cinta se volviera casi ... insufrible. Las casualidades de la vida han hecho que Adelante Andalucía haya lanzado una campaña para que no nos sintamos avergonzados de nuestra pronunciación. Esa que ellos dicen que ha sido convertida por la derecha en sinónimo de incultura y pobreza.
Y yo me pregunto ¿realmente es así? Como guía turístico que soy, tengo relación con muchas personas venidas de medio mundo, y puedo asegurar que no es la visión que se tiene de nosotros. Los estereotipos de vagos e incultos hace mucho que se han ido relegando a ciertos sectores andaluces, pero fuera de nuestras fronteras regionales se le da el mismo crédito que a las burlas sobre la tacañería catalana o la exageración bilbaína.
Sin embargo, la lengua se ha convertido en un arma de la izquierda andaluza para conseguir sus objetivos. Entre ellos crear una identidad común que hunda las raíces en un supuesto Al-Andalus que nos da un pasado común. Pero, ¿es cierto eso? Como historiador que soy, medievalista para más suerte, mi respuesta es que no. La Andalucía occidental tiene más que ver con el sur de Portugal o con Extremadura que con Almería y Jaén. Y estos a su vez tiene más cercanía a Murcia que a los gaditanos.
Nuestra historia es tan caprichosa y clara que no podemos manipularla a nuestro antojo. Al-Andalus no fue un derroche de tolerancia y la guerra abierta en la zona cristiana no fue una reconquista por el bien de nadie, más que de los señores que sacaban su rédito económico. La permeabilidad de la frontera sí nos ha dejado recuerdos culturales, pero no menos que en otras zonas del país dónde cristianos y musulmanes se dieron la mano entre batalla y batalla.
Y, desde luego, nuestra habla no es el mejor ejemplo de identidad andaluza. Primero, porque ni todos los andaluces ceceamos o «heheamo» ni todos usamos las vocales abiertas. Segundo, porque habría que diferenciar entre el andaluz oriental y el occidental. Tercero, porque este dialecto no proviene del mozárabe ni de la mezcolanza andaluza. Y cuarto, el andaluz occidental también abarca el sur de Extremadura, y el oriental a Murcia. Así que no, el idioma tampoco es sinónimo de ser más o menos andaluz.
Entiendo que la izquierda andaluza necesita una bandera para crear una identidad nacionalista que no poseemos; pero el lenguaje no es el ejemplo. Podían haber hablado de otros factores comunes, pero han tomado una bandera equivocada y, sobre todo, han perdido el horizonte en una cuestión. Efectivamente, el ceceo y el heheo es un vulgarismo, nos guste o no. Forma parte de nuestra forma de hablar, pero a menor nivel cultural, mayor es el grado de su uso. E incluso se llega a ver escrito como si fuera un rasgo válido del castellano. Y no, no lo es. Al igual que los laísmos y leísmos de nuestros vecinos del norte, es un error del lenguaje.