OPINIÓN

Cádiz me da pena

Lo teníamos todo para haber triunfado y la desidia gaditana, esa que se disfraza de humor en carnaval, terminó por matarnos

Cádiz me da pena. Mucha. Me da pena al ver el camino que estamos tomando y las pocas soluciones que parecen mostrarse. Durante años hemos estado abandonados en muchos aspectos y por parte de todas las administraciones. Aun recuerdo como en Córdoba y Sevilla se ... hacían estadios de fútbol mientras nuestro teatro romano languidecía. Como la ciudad era la hermana pequeña escondida en el armario de la escalera; la cenicienta que había que ocultar para que el príncipe no se enamorase de ella.

Eso hizo que llegáramos tarde al turismo, la gallina de los huevos de oro andaluza, y que pudiéramos evitar algunos de los errores cometidos en Sevilla, Málaga o Córdoba. Pero luego… ¡ay! Luego optamos por morir de éxito; por buscar la cantidad sobre la calidad; por gritar que somos los que más crecemos y los que más cruceros, y los que más clientes, pero ¿a qué coste?

Lo teníamos todo para haber triunfado y la desidia gaditana, esa que se disfraza de humor en carnaval, terminó por matarnos. Nos olvidamos de formar a los nuestros para que supieran / supiéramos aprovechar el turismo haciéndolo sostenible y compatible con el día a día del gaditano. Veíamos como los precios subían y subían, pero ¿cómo le vamos a quitar esos eurillos que fulano se saca alquilando su casa por días en verano? Por supuesto, ahora nos quejamos de que las VFT han acabado con la vivienda a buen precio También podríamos hablar del alquiler a los erasmus o los alquileres vacacionales en negros, pero de eso no es políticamente correcto hablar. Esos son una ayudita para el gaditano.

En eso nos estamos convirtiendo: en la ciudad del turismo free, del todo a 100 (salvo el alquiler); del carnaval de botellón y el verano de Coviran. La ciudad más antigua de occidente que deja que los guías profesionales empiecen a escasear, mientras los pimpis al servicio de multinacionales bloquean nuestras calles con sus paraguas de colores y su falsa gratuidad. Esa que crea precariedad laboral y economía sumergida frente al Hercules del Ayuntamiento, que parece mirar para otro lado ante la desidia de tantos.

Podíamos haber sido lo que hubiéramos querido pero una vez más nos hemos quedado a medias. Nos hemos quedado en la superficie, primando la gracieta y la imagen sobre la rentabilidad y la economía. En el chapú en vez de en el profesional. Economía sumergida y formación ausente.

Y el resultado lo vemos en una ciudad que se desangra poblacionalmente. Cuyos barrios, como El Pópulo, sufren el paso de miles de personas al día que corretean por sus calles detrás de un paraguas y un micro a todo volumen; pero que no se detiene en sus terrazas, ni en sus tiendas. Muchas veces ni en sus monumentos.

Por eso me da tanta pena Cádiz. Quizá hubiéramos estado mejor escondidos en el armario de la alacena unos años más. Hasta que Sevilla, y Córdoba, y todas las demás solucionaran sus problemas para nosotros copiar sus soluciones. Solo así, a rebufo, parecemos capaces de crecer. Pobre Cádiz, lo que fuimos, lo que podíamos ser y para lo que hemos quedado.

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