opinión
El buen hombre
La semana pasada nos dejaba don Antonio Ceballos, que fuese obispo de esta diócesis antes de don Rafael
La semana pasada nos dejaba don Antonio Ceballos, que fuese obispo de esta diócesis antes de don Rafael. Un buen hombre que dejó un marcado recuerdo en quienes tuvimos la suerte de compartir vivencias con él. Durante mucho tiempo, cuando alguien me preguntaba por mi ... catolicismo, siempre decía lo mismo: si conocieras a mi obispo, lo entenderías.
Don Antonio era un santo en vida, un buen hombre que además era sacerdote y, por esos designios de Dios, obispo. Un ejemplo vivo de lo que debe ser la Iglesia. Un reflejo de la Palabra de Dios en cada acto realizado. Recuerdo ir con él desde su casa hasta el Obispado y verlo pararse con cada persona que se le acercaba, tratando siempre de ayudar en la medida de sus posibilidades.
En sus años al frente de esta diócesis, la nuestra era una Iglesia social. Volcada en el necesitado y donde la humanidad estaba por encima de otros aspectos. Fue en esos días cuando esta Iglesia se llenaba de nombres volcados en los demás. Sacerdotes que buscaban hacer el bien y que contaban con el respaldo de un obispo que creía a pies juntillas lo que predicaba.
Recuerdo con cariño cada vez que me lo encontraba por el seminario (en aquel entonces dedicaba mi tiempo a la biblioteca de las columnas) y que soltaba el «Javierito, tengo trabajo para ti», al que respondía con sorna «yo no valgo para cura» entre risas. Fue él quién me animó a aceptar la carga de ser Delegado de Manos Unidas y el que con su ejemplo diario me mostraba el camino a seguir.
Su jubilación fue una gran pérdida para nuestra Diócesis, ya que quienes le siguieron no consiguieron estar a su altura y nuestra Iglesia dejó de ser la social para marcarse en otros aspectos más negativos. Era tarea difícil alcanzar el grado de simbiosis que don Antonio había conseguido con esta tierra. Él entendió lo que Cádiz era y lo que Cádiz necesitaba: una evangelización con actos, alejada de palabras grandilocuentes y alzacuellos que parecen separar al sacerdote de la gente.
Con don Antonio nuestra diócesis fue ejemplo de integración y solidaridad. Se trabajaba con migrantes, con enfermos de SIDA, con presos, con necesitados sin importar su religión o implicación en las parroquias. Era un reflejo del Evangelio por encima de rentabilidades y patrimonios. Así como el obispo era, era su diócesis. Así como el obispo es, es su diócesis.
La muerte de don Antonio ha causado un gran pesar entre los fieles de la Diócesis. Fue un buen hombre hasta los últimos días de su vida, cuando decidió alejarse de Cádiz para dar vía libre a su sucesor, pero también para volver cerca de los suyos, pasando sus últimos años en su Jaén natal, es su pueblo, y en una residencia de ancianos. Sencillo y consecuente hasta el último día.
Con su muerte se ha ido un buen hombre. Uno de esos que te hacen sentir orgulloso de formar parte de la Iglesia. Don Antonio fue un ejemplo para muchos que vimos en él la Verdad y supimos que sus pasos eran los que debíamos seguir. Siempre lo definí como un párroco de pueblo al que le tocó ser Obispo. Un buen hombre con sotana.
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