OPINIÓN

Botellón carnavalesco

Lo curioso es el salto extremo de este año. Las acusaciones al alcalde actual de no haber terminado con lo que los anteriores permitieron y buscaron

Javier Fornell

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El gaditano tiene un pequeño problema de extremismo. Lo vemos con todo lo que concierne a la ciudad y con el Carnaval no podía ser menos. La ciudad que se jactaba de realizar la mayor barbacoa comunitaria del mundo; ahora se rasga las vestiduras por un botellón en el que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos participado. El botellón es algo fijo en la fiesta de don Carnal; recuerdo en mi tiempo, cuando después de escuchar algunas letras, nos íbamos a la Viña a terminar la noche.

Forma parte de la edad y del bolsillo. Llega un momento en el que miras atrás y te das cuenta de que ese método de diversión no era sano, ni por el alcohol ni por el frío; horas de pie, en Carnaval disfrazados, hablando y bebiendo de lo humano y lo divino. Es algo que no solo ocurría en esas fechsa, también muchos fines de semana. No había dinero para otra cosa y había que adaptarse.

Y en el Carnaval siempre ocurrió. Ahora, lo que pasa es que nos damos cuenta por la magnitud que ha tomado el botellón, pero hace una veintena de años ya pasaba ¿o ya no recordamos los autobuses parando a la altura de las Esclavas con los chavales borrachos saliendo de ellos? Entonces se miró para otro lado. Quizá debido a que la cultura del vino y del borracho de fin de semana estaba a la orden del día; quizá por no tener conciencia de lo que ocurría mientras que ahora las fotografías nos saltan a la cara a cada minuto.

Por eso, lo curioso, es el salto extremo de este año. Las acusaciones al alcalde actual de no haber terminado con lo que los anteriores permitieron y buscaron. Un Carnaval nacional, en el que las barras de bar tomaban las calles mientras las coplas se escondían en «comidas carnavalescas». Ahora rezamos por un carnaval local, en el que se cierren las puertas a todo el que venga de fuera. Un carnaval por y para el gaditano; un carnaval escrito en minúsculas: el verdadero Carnaval es libertad, es apertura, es critica y, también es alcohol, diversión y perversión. La fase previa a una Cuaresma en la que purgar los pecados.

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