SIN ACRITUD
Vox, el gran culpable
No le dé más vueltas; a Puigdemont, Rufián, Otegi, Sánchez y compañía ya los conocíamos, pero nadie hablaría de ellos de no ser por los votantes de Vox
Gritaba Pedro Sánchez, a boca llena: «Somos más. Somos muchos más los que queremos que España avance». A su lado María Jesús Montero daba saltitos y palmadas. Y a 1.500 kilómetros Puigdemont se partía de risa. Se desternillaba porque Sánchez necesita el apoyo ... de Bildu, PNV y ERC. Pero, sobre todo, el de Junts per Catalunya. Su apoyo. Y ya le digo yo que ni uno solo de los casi 1.200.000 catalanes y vascos que votaron independencia, ni uno solo, quiere que España avance. Todo lo contrario. A estas alturas ya no sorprende que este PSOE pacte con Otegui y Rufián. Al fin y al cabo son izquierda. Radical, populista, filoetarra y un montón de cosas más. Ninguna buena. Pero izquierda. Y además un montón de gente le ha homologado estos pactos y, de paso, sus mentiras. Pero si al presidente del Gobierno le quedara un mínimo de dignidad política no podría siquiera plantearse sentarse en la misma mesa que Puigdemont. Conviene recordar que, del mismo modo que Bildu es heredero directo de ETA, Junts lo es de Convergencia y Unió. De Jordi Pujol. Del burgués liberal, conservador, independentista, que cobraba el 3% de todas las obras públicas que aprobaba en su querida Cataluña. Que se hizo millonario e hizo millonarios a sus corruptos hijos. Que decía que España le robaba, que el andaluz era un hombre poco hecho, que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Después de Pujol vino Artur Mas, que también tuvo que abandonar la política acosado por la sombra de la corrupción.No sin antes designar a Puigdemont como su sucesor. Y Sánchez, ese hombre puro y «limpio», ahora no tiene ningún reparo en buscar acuerdos con un separatista burgués, de derechas y fugado de la justicia. Un completo delirio. Con su pan se coman su falta de escrúpulos y de honor.
Dirá usted que el panorama en el otro lado tampoco es muy halagüeño.Feijóo teniendo que pactar con Vox, un partido abiertamente racista, cuyo líder ha dicho alto y claro que, de gobernar, prohibiría la entrada en España de según qué inmigrantes. Ni con papeles siquiera. Un partido sin una línea de actuación definida en un tema tan importante como la economía más allá de «eliminar chiringuitos». Un partido que es capaz de movilizar a más de tres millones de votantes sin más argumentos que el populismo barato. Lo dirá usted y tendrá razón. Y además habrá dado en la tecla. Porque las matemáticas no engañan. Y la Ley D'hont es lo que tiene. Rajoy obtuvo 186 escaños en 2011 con menos votos de los que este domingo sumaron PP y Vox. Ahí radica todo. En la fragmentación de la derecha. De haber sabido convencer Feijóo al votante de Vox, ahora mismo no hablaríamos ni de Bildu, ni de Esquerra ni de Waterloo. Así que con su pan se lo coman también los votantes de Abascal. Acudir a las urnas con las tripas revueltas no es buena cosa. Al único que han hecho un favor es a Sánchez. Bueno, y a Puigdemont, que sigue por ahí, muerto de risa.
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