SIN ACRITUD
Violadores de 11 años
Todos los expertos alertan de lo que está ocurriendo. Cada vez con más frecuencia. Cada vez a edades más tempranas.
Años 80. Un colegio cualquiera de un pueblo cualquiera de la provincia. O de España. Cuatro clases por curso y no menos de 40 alumnos por aula. En algunas hasta 45. Todos perfectamente organizados. Los gamberros detrás, boicoteando al profesor de turno. Guerras de arroz ... con los bolis BIC, de bolas de papel, batallas navales -A4 agua, F2 tocado-, de marcianitos en folios que se doblaban a ver dónde caía la bomba. Los empollones, y las empollonas, en las primeras filas. Habitualmente con gafas. En el patio, cinco partidos de futbito en un mismo campo, con sus correspondientes cinco balones. La comba y el elástico. Chándals azules, todos iguales. Las suelas de los tenis gastadas de tanta patada al balón. Salto del potro, del plinto, carreras, gritos, kimonos de judo, aros, espalderas y colchonetas en un viejo gimnasio. La felicidad en estado puro. La inocencia. Medio asalvajados todos y a la vez perfectamente controlados. Por profesores que, viniendo de otra época, a veces se les iba la mano. O un reglazo. Y una norma absolutamente inviolable: el maestro siempre tenía la razón. Pasara lo que pasara. Dijeras lo que dijeras. Ni yo no he sido, ni me tiene manía ni gaitas. El profesor mandaba y tú obedecías. Punto.
Año 2024. Móviles de última generación. Niños de doce años intercambiando pornografía. Niñas de la misma edad subiendo 'stories' poniendo morritos. Faltas de respeto continuas a los profesores en las aulas y en el patio. Docentes desesperados. No pueden con ellos pese a que las clases son de menos de 25 alumnos. Niños que dicen sentirse niñas. O binarios. Niñas que no saben lo que son. Bulling en las clases y en las redes sociales. Orientadores desorientados.
Seguro que el recuerdo de nuestra infancia –la de los 'babyboomers' que nos llaman ahora– está idealizada. Y segurísimo que la visión de la época actual es exagerada. Pero lo que también es evidente es que hemos dado pasos para atrás. Muchos. Niños conflictivos los ha habido siempre. Y pelotas. Y empollones. Sinvergüenzas y entrañables. Violentos y apocados. Los perfiles son los mismos desde que el mundo es mundo. Lo que cambian son las circunstancias. Y las circunstancias actuales son las que son. Aunque empiezan a darse algunos pasos para tratar de frenarlo, el uso de los móviles es prácticamente incontrolable. Ni por padres ni por profesores. No es tan fácil como decir que no se le compra y punto. O que se le controlan los contenidos a los que accede. Un adolescente –hoy en día a partir de los doce ya lo son– tiene como única norma transgredir las normas que les imponen en casa o en el colegio. Y lo hacen. La cantidad de estímulos e influencias que les llegan a través de una pantalla es tal que da pánico. Por eso los profesores están dando la voz de alarma. Nuestros niños se nos están yendo de las manos. No podemos con ellos. Necesitamos la ayuda de los padres en casa y de las administraciones dotándonos de más recursos. El problema es que hoy en día, cuando el profesor habla el niño replica. Y los padres, lejos de darle la razón al maestro, se la dan a los niños. Estamos criando, entre todos, unas generaciones de futuros adultos sin valores.
El suceso del colegio de Peñaflor, en Córdoba, en el que ocho niños de 11 y 12 años violaron presuntamente a una niña de 12 con discapacidad es sobrecogedor. ¡Niños de 11 y 12 años violando a una niña de su edad! Podemos discutir todo lo que usted quiera sobre quiénes son los culpables. Que si los padres, que si el colegio, que si la administración. Podemos analizar a las familias de esos ocho niños, si están más o menos desestructuradas. Podemos darle vueltas y más vueltas. Pero lo cierto es que todos los expertos alertan de que esto empieza a ser cada vez más frecuente. A edades más tempranas. Y sin duda el detonante principal es el libre acceso desde muy pequeños a todo tipo de estímulos a través de las pantallas: pornografía, imagen sexualizada, influencers, gamers... imposible de controlar por padres y profesores. Es un problema mayúsculo, de muy difícil solución. Poner puertas al campo de internet es sencillamente imposible. Pero alguna reflexión tendremos que hacer entre todos. Porque se nos está yendo de las manos. Si no se nos ha ido ya.