SIN ACRITUD
Nos sobra gente
Una prueba definitoria para saber si quien le rodea en la playa es de Cádiz o de fuera es ver cómo interactúa con las gaviotas
Fíjese en las gaviotas. Este verano, cuando esté en la playa, sabrá si la familia que tiene usted al lado es de Cádiz o de fuera en función de cómo interactúe con las gaviotas. Es la prueba definitiva. Hay otros muchos signos externos que delatan tanto a unos como a otros. El acento, obviamente. También la sombrilla o la nevera. O los táper. Ahí hay muchas pistas escondidas. Los filetes empanados, la tortilla, el melón. La indumentaria también es bastante reveladora, aunque en realidad en ese aspecto todo se ha equiparado bastante. Una camiseta sin mangas, una riñonera y unas chanclas se pueden comprar lo mismo en un chino de Columela que de la Gran Vía. Incluso por internet. Es lo que tiene la globalización, que proliferan los horteras por igual. Una tortillita de camarones, sin embargo, nunca será igual en el perol de una señora de Santa María que en la de una familia llegada de Soria. Sin embargo, la prueba más concluyente, la que no deja lugar a la duda a la hora de saber si quien le ha plantado la toalla a un metro es de Cádiz o no, son las gaviotas. Si el niño le echa gusanitos o patatas para comer y se lleva una colleja de su padre, es de Cádiz. Si por contra su progenitor se parte de la risa al ver cómo llega una turba de aves e incluso lo graba con el móvil, ese es de fuera. Los de Cádiz sabemos que a las gaviotas no hay que alimentarlas. La naturaleza las concibió como aves pescadoras. Sin embargo, la evolución de la especies las convirtió en una de las criaturas más inteligentes de la naturaleza. Y como tantos humanos, esa inteligencia la utilizan para el robo y el pillaje. Una gaviota es tan capaz de utilizar migas de pan para atraer peces y atraparlos con su pico como de abrirte la bolsa de la playa y robarte el bocadillo. Por eso no hay que darles tregua. Las patatas las huelen a distancia y pueden resultar hasta agresivas.
Esta nueva forma de interrelación del gaditano con las gaviotas es una consecuencia más, como tantas, de la convivencia con tanto turista que todo lo arrasa. Durante años, décadas, hemos estado llorando por las esquinas porque no atraíamos el turismo que sí tenían otros destinos de sol y playa. Primero fueron los cruceristas, para lo que se hizo un trabajo de campo importante, acudiendo a ferias internacionales y negociando con numerosas empresas del sector. Luego las líneas aéreas 'low cost' y los pisos turísticos hicieron el resto. Era, es, posible pasar unos días en nuestra idílica provincia por un módico precio. Y en esas estamos. Absolutamente invadidos. ¿No queríamos turistas? Pues siete tazas. Ha costado, porque imagino que peor estábamos cuando no venía nadie, pero ahora nos hemos pasado de frenada. Y hay que regularlo. De momento, medidas como las de los ayuntamientos de Cádiz, El Puerto y algún otro, son positivas. Ni una licencia de piso turístico más. Visitantes que sólo gastan en el súper de la esquina no interesan. Puede resultar clasista, fascista y lo que usted quiera. Pero ahora hay que dar el siguiente paso, que es el de la calidad. Menos gente que gaste más. Que deje más dinero en la provincia y no estorbe tanto. Porque muchos estorban. A la hora de dar un paseo, de coger el autobús, el cercanías o de ir a por el pan. Estorban. Y no aportan. Ni a los museos, ni a los comercios tradicionales, ni a los taxistas, ni a los restaurantes... como mucho a algún bar de copas después del botellón. Para colmo no se les puede cobrar una tasa porque el sector hostelero se cabrea. Eso se lo deberían hacer mirar. Ellos mismos serían los primeros beneficiados a la larga. Y nuestras calles estarían mucho más limpias. De basura y de turistas en camisetas de tirantes y gorritos esos borsalinos o como se llamen. En serio, no es una cuestión de turismofobia. Ni de odiar a la gente que viene de fuera a estropearnos el paisaje y a mearse en la playa. Porque esa es otra. A mayor cantidad de gente, peor educación. Las masas lo distorsionan todo. No es odio al visitante. Es simplemente que tenemos que lograr que nuestras gaviotas vuelvan a ser aves pescadoras. Y los de Cádiz sabemos que no hay que ponerles las cosas fáciles a los que lo invaden todo, molestan con sus graznidos y comen porquerías. A las gaviotas, me refiero.
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