SIN ACRITUD
Seguir viviendo
Es duro reconocer que nuestros corazones están con las víctimas, pero que nuestras cabezas están saturadas de tanto dolor
Resulta difícil volver a la rutina después de tanta tragedia. Hablar de nuevo de asuntos que, en comparación con todo lo ocurrido, resultan banales. Por importantes que sean. Que lo son. La Guardia Civil se pasa más de diez horas registrando el despacho del fiscal ... general del Estado. ¡Del fiscal general del Estado! Vigilando al que vigila, a quien debe velar por nosotros, a uno de los cargos públicos más importantes de nuestra democracia. Al mismo tiempo, la mujer del presidente sigue investigada por hasta cuatro posibles delitos. Ábalos, ex mano derecha de Sánchez y ex ministro, tiene pie y medio en la cárcel por liderar una trama de corrupción tan sórdida y chusca como cercana al Gobierno. Bildu negocia presos por presupuestos. El portavoz del principal socio del PSOE es un reconocido abusador sexual y sus compañeros y compañeras de partido, tan feministas ellos y ellas, lo ocultaron por puro interés político. El consejo de ministros y sus socios reparten entre sus más afines sillones en RTVE a razón de cien mil euros por cabeza. Esto último en plena tragedia por la DANA... son tantos los asuntos que nos degradan como sociedad, como país, que asusta. Durante 72 horas los hemos 'aparcado' y así debía ser. Pero no conviene olvidarlos, porque todos esos que nos avergüenzan desde hace más de seis años, son los responsables últimos de que cuando la naturaleza nos golpea –que lo hace con cierta recurrencia– los daños sean mínimos. Un país fuerte, desarrollado, no debería estar continuamente enfrascado en polémicas que nada tienen que ver con los problemas de los ciudadanos. Un Gobierno fuerte, honrado, tiene que estar preparado para reaccionar en el minuto uno de la tragedia. Antes incluso, para preverla y minimizar daños. El error humano es una variante más de esta ecuación, obviamente. Puede ocurrir. No es fácil predecir que una DANA va a soltar 500 litros de agua por metro cuadrado en apenas minutos. Pero una vez que sucede, los protocolos deben estar claros y el tiempo de reacción debe ser mínimo. Habrá que revisar todos esos protocolos, la coordinación entre el Gobierno central y los autonómicos. Si de toda esta desgracia al menos sacamos eso, algo habremos ganado.
Mientras tanto, y pese a que aún quedan cadáveres por descubrir y muchísimo trabajo de reconstrucción por hacer, la vida sigue. Es muy difícil, pero es así. Es duro reconocer que nuestros corazones están con las víctimas, pero que nuestras cabezas están saturadas de tanto dolor. De tantas imágenes de coches apilados, de calles enfangadas. Hace apenas cinco días no podíamos ni imaginarnos lo que estaba por venir. Hoy, aún sobrecogidos, necesitamos volver a la rutina. A nuestro día a día. Es humano, puro instinto de supervivencia, cambiar de canal buscando algo que nos entretenga un rato, que nos ayude a vaciar la mente de tanto dolor. Pero lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos es precisamente alzar la voz contra quienes ostentan el poder en la actualidad, pero no nos gobiernan. Nos mal gobiernan. Decir basta. Gritar que nos merecemos algo mejor. Somos un país fuerte, con un sistema que nos permite afrontar desgracias como la vivida estos últimos días. Un ejército con militares eficaces y entregados, lo mismo que Guardia Civil, Policía, servicios de salvamento, sanitarios y todos los que de un modo u otro participan en las labores de ayuda y rescate. Y solidario, con muchas personas anónimas ayudando también. Pero nuestros máximos dirigentes, nuestros jefes políticos, no están a la altura. El actual Gobierno de nuestro país es débil, y nos debilita a todos. Nos merecemos algo más. Algo mejor. Nos merecemos a gente que anteponga el servicio público a sus intereses personales. Y no lo tenemos.