Del rojo al amarillo
Tras la lamentable eliminación de España los cadistas volvemos a pensar ya en amarillo con la mirada puesta en Vizcaíno y el mercado de fichajes
A las cuatro de la tarde de ayer toda España debía haber estado sentada frente a la tele para disfrutar de un partido de cuartos de final del Mundial ante Portugal. Si no lo hicimos fue única y exclusivamente por la alarmante falta de recursos ... de Luis Enrique Martínez para plantear alternativas a su sistema de juego, vistoso pero ineficaz si no se tiene profundidad. El fracaso de España, y del que ya es su ex seleccionador, ha sido mayúsculo. Ocurre que cuando el máximo responsable del equipo nacional es un técnico del perfil de Luis Enrique, acaparador del protagonismo, maleducado, prepotente e irrespetuoso, la atención se desvía. Consigue, como ocurre en política, formar trincheras. Dividir. Los anti y los pro. Y que nos desviemos, todos, de lo realmente importante: lo estrictamente deportivo. En ese apartado, en lo que ocurre sobre el terreno de juego, ha habido muchísimas más sombras que luces. Si eliminamos de la ecuación las ruedas de prensa, los directos en Twitch y los continuos desplantes a periodistas... lo que queda es un equipo sin ideas. Mediocre. Que sólo sabe tocar y tocar sin hacer el más mínimo daño al rival. Ese partido ante Marruecos que nos mandó para casa se debió haber ganado. Se pudo haber ganado por potencial y por calidad. Y visto lo visto ayer con Portugal, quién sabe si ahora mismo no estaríamos hablando de una España semifinalista. Pero Luis Enrique puso su ego por encima de la selección nacional. Se empeñó en llevar su idea hasta el final con tal de no dar la razón a sus detractores. Soberbia, se llama. Ya sólo queda desear suerte a su sucesor, Luis de la Fuente, y esperar dos años a la próxima Eurocopa.
Ante este panorama, los cadistas hemos pasado del rojo al amarillo sin solución de continuidad. Borrados del Mundial, contamos ya las horas para retomar la competición liguera, dentro de tres semanas ante el Almería. El miércoles tuvimos un bonito aperitivo ante el Manchester United, pero lo realmente importante es la cita del viernes 30 de diciembre a las siete y cuarto de la tarde. Salvando las distancias, el cadismo vive una situación que tiene algunas semejanzas con lo ocurrido con la selección. En este caso no por su entrenador, sino por su presidente. Manuel Vizcaíno también acapara mucho del protagonismo en todo lo que ocurre en torno al club que preside. No tanto por su personalidad –nada que ver con la de Luis Enrique afortunadamente– pero sí por su forma de gestionar. Existe también en el cadismo una cierta división entre los pro Vizcaíno y los anti. Insisto que no tan pronunciada, pero haberla hayla. En ese sentido, hay un hecho irrefutable. El club vive la segunda mejor etapa deportiva de su centenaria historia, y eso es sin duda gracias a él. Tres años consecutivos en Primera División y lo que es aún más importante, las cuentas completamente saneadas. Nada que discutir. Pero sí algún reproche que hacer, que se resume en tres palabras: ausencia de fichajes. A Vizcaíno le hemos oído decir que iba a contratar a un «delantero top». O que gastará «todo lo que tenga que gastar». Sin embargo, una cosa fueron sus palabras y otra los hechos. El mercado de fichajes del pasado verano dejó mucho que desear. La prueba es que prácticamente ninguna de las nuevas incorporaciones ha logrado consolidarse en el once titular. El presidente cadista tiene pues, ante sí, la oportunidad de enmendarlo en las próximas semanas. Ilusionar a la afición con al menos tres incorporaciones –fundamentalmente un delantero top, por tomar sus propias palabras– que ayuden a los de Sergio González a lograr la permanencia. En sus manos, en las de Vizcaíno, está seguir haciendo historia. O que sea la propia historia la que le juzgue si, en junio, volvemos a estar en Segunda División.