SIN ACRITUD
La penúltima indignidad
Después de todo lo vivido, ahora el PSOE quiere convencernos de que los condenados por los ERE son en realidad víctimas
Hace algo más de 20 años servidor de usted trabajaba en una empresa en la que, de una tacada y en apenas unos meses, prejubilaron a más de 30 trabajadores. «Todo el que tenga de 59 años pa' arriba, pa' casa», dijeron. Creo recordar que esa era la edad 'frontera'. A algunos les dio un bajón importante. Pero a la mayoría les dieron el alegrón de su vida. Todos se fueron con su pedazo de indemnización, su pensión asegurada, sus seguros sociales y todos los avíos. Pagaba la Junta de Andalucía, pagaba Chaves, pagaba Magdalena Álvarez. Pocos años después supimos que aquello formaba parte de un plan perfectamente orquestado por el PSOE para ganarse el favor de cientos de empresarios, miles de trabajadores y millones de familiares, todos beneficiados de forma directa o indirecta. Un plan para perpetuarse en el poder que de hecho les sirvió para seguir gobernando en San Telmo casi cuatro lustros más. Una estafa política en toda regla aún siendo legal. Más propia de países comunistas caribeños, de las repúblicas bananeras de toda la vida. Pero es que para colmo, poco a poco fuimos descubriendo –merced por cierto a excelentes trabajos de investigación periodística de distintos medios de comunicación, fundamentalmente escritos– que todo aquello además de indecente, era ilegal. Las ayudas a las empresas se repartían sin el más mínimo control. Muchos de los beneficiados eran amigotes que ni siquiera formaban parte de las plantillas afectadas. Y el summum de la indecencia: las putas, la cocaína, el chófer, el sindicalista con dinero «para asar una vaca» y todo lo que ya sabe usted. Un escándalo de dimensiones estratosféricas. Un desfalco de millones y millones de euros. Un caso que hizo famosísima a una juez, Mercedes Alaya, que se empeñaba en estar fuera del foco mediático sin lograrlo las más de las veces. Era todo demasiado gordo, demasiado soez, como para que no estuviera a diario copando las portadas de todos los periódicos y los informativos de todas las cadenas de radio y televisión.
Durante muchos años fuimos sabiendo casi al detalle todo lo referente a la investigación judicial. Los nombres de los implicados, desde los presidentes Chaves y Griñán, a un buen número de consejeros socialistas y empleados de la Junta de Andalucía. Luego llegaron los primeros juicios –todavía hoy quedan muchos sin celebrar y otros han prescrito– y las primeras sentencias. Dicen que la Justicia tardía no es Justicia. Y quien lo dijo por primera vez tenía toda la razón. Fundamentalmente no lo es para las víctimas, en este caso todos los andaluces, a los que se nos robó una ingente cantidad de dinero de nuestros impuestos. Y tampoco lo es en lo referente a los culpables. En este caso concreto la mayoría de ellos disfrutaron de años de libertad que no les correspondían y alguno hasta murió antes de ser condenado a prisión. Otros, como Griñán, por ejemplo, está enfermo y con ese argumento lleva meses recurriendo su sentencia condenatoria para no ir a la cárcel. Algunos otros sí que llevan ya tiempo a la sombra.
Todo este serial parecía estar llegando a su fin –aunque insisto que aún quedan juicios pendientes– cuando ha 'resucitado' de la mano de, quién si no, el mismísimo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Su empeño en controlar al Tribunal Constitucional más politizado de la historia ha dado como resultado la exoneración parcial de la condena de una de las principales implicadas, Magdalena Álvarez. Lo que el PSOE está tratando de convertir en una especie de 'indulto' social para convencer a los españoles que todo aquello de los ERE no fue más que una manipulación política por parte del PP para hacerse con el gobierno de la Junta. Pese a la sentencia de la Audiencia de Sevilla. Pese a la del Tribunal Supremo. Pese a todo lo vivido, ahora van a intentar convencernos de que los condenados en realidad son víctimas. De hecho, esto tiene toda la pinta de que acabará en indultos exactamente igual que los que les dieron a los independentistas catalanes condenados por el 'procés'. Creíamos que lo habíamos visto todo con el 'sanchismo'. Pero no. Este PSOE envilecido y prostituido, vendido por siete votos, es indigno de su propia historia. De sus antecesores, verdaderos socialistas. Este PSOE no tiene límites. Este PSOE ha borrado toda línea que separe la dignidad de la mayor de las vilezas. La pregunta es: ¿cuál será la siguiente indignidad?
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