SIN ACRITUD
Memoria histórica... y memoria reciente
Si tiene dudas sobre su voto hoy tire de memoria, no de la histórica, sino de los últimos cinco años
Conviene, hoy que toca pasar de nuevo por las urnas, hablar del Gobierno. Pero no al estilo Tip y Coll, aunque mejor haríamos en tomarnos todo a risa, por aquello de más vale reír que llorar, que también nos decía el gran Peret. Desgraciadamente, el ... nivel de degradación al que está llevando nuestro presidente del Gobierno a este país y sus instituciones empieza a ser muy preocupante. Sobre todo porque parece no tener fin y llevamos ya demasiados años aguantando tropelías, saliendo de un desmán para meternos en otro, de una mentira para tragarnos otra mayor. Es tanto tiempo acumulando escándalos que ya nada nos escandaliza. Hasta se nos olvidan. O dejamos de darle importancia. La hemeroteca, que históricamente derribaba gobiernos y hundía en la miseria a los dirigentes más poderosos, ya no tiene ningún efecto. Han borrado de su vida diaria términos como moral, integridad, rectitud, honor... No existen. Al menos para ellos, con Pedro Sánchez a la cabeza. Los han cambiado por cinismo, resiliencia –que no es otra cosa que aguantar por aguantar, resistir a costa de lo que sea, por indecente que sea–. Y cuando un poderoso no tiene líneas rojas, corremos el riesgo, como está ocurriendo ya, de que el Gobierno se convierta en un cortijo y el país en una república bananera.
Por eso el resto de ciudadanos no debemos desistir. No debemos dejar de denunciar todas y cada una de estas mentiras y atropellos. Porque no hacerlo sería su mayor victoria. Sería darles la razón en su estrategia de vencer por agotamiento. Nuestra indiferencia sería su mejor aliada. Y si eso es fango, fachosfera y demás simplicidades, sea. Así que hoy, justo antes de ir a votar, conviene recordar el camino que este actual PSOE, personificado como no en Pedro Sánchez, ha recorrido hasta llegar a este momento de degradación política. Seguro que se quedan algunas en el tintero, de tantas como han sido. En cualquier caso, son más que suficientes para –insisto– no dejar que la desidia nos derrote. Digamos que todo empezó con aquella moción de censura basada en una frase del juez De Prada aludiendo a Rajoy en la sentencia de la Gurtel que posteriormente tuvo que eliminar. Después vino aquel «estoy diciendo que con Bildu no voy a pactar. Si quiere lo digo cinco veces, o veinte, con Bildu no vamos a pactar. Con Bildu, se lo repito, no vamos a pactar». Luego la reforma del delito de malversación o la eliminación de los de sedición, los indultos y la recién aprobada amnistía. Por medio, negociaciones fuera de España con el fugado Puigdemont, cesiones de todo tipo a separatistas vascos y catalanes, desde la gestión de los rodalies a la salida de la Guardia Civil de Navarra. O la entrega del Ayuntamiento de Pamplona a Bildu. Esto en cuanto al sometimiento al independentismo. También se ha tenido que someter a sus otros socios de ultraizquierda, lo que le llevó a nombrar vicepresidente al delirante Pablo Iglesias –pese a que «no podría dormir tranquilo»– y posteriormente a Yolanda Díaz. Fruto de ello llegaron la ley del 'sí es sí' que rebajó condenas a cientos de violadores, o la del cambio de sexo de menores sin consentimiento paterno. También ha habido escándalos de corrupción como el del 'Tito Berny' o el 'caso Koldo'. Súmele la eliminación de los contratos fijos–discontinuos de las listas del paro en un burdo intento de maquillaje, los continuos desaires a las empresas, como Mercadona o Ferrovial, el lamentable y cansino intento de equiparar al PP con Vox, los ataques a los medios de comunicación que no le son afines, las faltas de respeto a la prensa no permitiendo preguntas, el uso abusivo del Falcon, los problemas diplomáticos con Marruecos, Israel, Argentina.... Por supuesto, su afán recaudatorio vía impuestos abusivos en la etapa de mayor inflación de nuestra historia. O su incompetencia en la gestión, que alcanzó su punto culminante con la fabricación de trenes que no cabían por los túneles. No contento con ello, nombró después ministro de Fomento al inefable Óscar Puente, que ha hecho de la mala educación, la falta de respeto y la bravuconería su sello político personal.
Siendo todo lo anterior gravísimo y más que suficiente para que en un país serio hubiese habido un cambio de gobernantes hace mucho tiempo, sin duda lo más grave de todo es el daño infligido sobre la separación de poderes. Sobre uno de los más importantes pilares de nuestra democracia. Lo hizo con aquella otra frase: «¿De quién depende la Fiscalía?» y también nombrando Fiscal General a una exministra. Ahora Sánchez ha puesto en duda la honorabilidad y la imparcialidad de la Justicia por un asunto personal, que afecta directamente a su esposa. A la que no ha dudado en utilizar para sacar rédito político. Beneficios electorales precisamente en las urnas que se abren hoy. Hoy toca votar. Que cada cual actúe en consecuencia. Si tiene dudas, tire de memoria. No histórica, reciente.