SIN ACRITUD

Manipula a quien puedas

Twitter, que empezó como una útil herramienta de difusión e intercambio de conocimiento, ha derivado en un estercolero de insultos y difamación

Según me recuerda Elon Musk, este mes de agosto cumplo 14 años en Twitter. O eso dice en mi perfil. X, perdón, ahora es X. 'Se unió en agosto de 2010'. Ha llovido. España acababa de ganar el Mundial y hoy casi todos aquellos campeones ... están más que retirados. Todo empezó casi como una imposición. Si eres periodista tienes que estar en Twitter, decían. Es una gran herramienta para difundir vuestro trabajo. Y efectivamente lo era. Un inocente utensilio para intercambiar ideas, conocimiento. Hoy, casi tres lustros después, no es más que un estercolero. Un instrumento de manipulación que ha contribuido, que sigue contribuyendo, a que seamos una sociedad cada día más dividida, más polarizada. Cada día más amoral. No sólo en España, a nivel global. Millones de cuentas falsas tratando de manipularnos, de influir en el algoritmo para inundarnos de mensajes cargados de doctrina populista, cuando no directamente de odio. Miles de cobardes dictando doctrina barata. Lo vivido estos últimos días a raíz del inconcebible asesinato de un niño que jugaba al fútbol con sus amigos es vomitivo. La degradación humana llevada al extremo. La podredumbre moral e intelectual de unos cuantos que, gracias a un altavoz extraordinario, trata de imponerse a una inmensa mayoría de personas de bien. Ojalá al menos sirva para que haya un punto de inflexión en cuanto a su regulación. Ojalá prospere la idea del fiscal de delitos de odio, Miguel Ángel Aguilar, de empezar a poner coto a semejante basurero de ideas. El primer paso parece relativamente sencillo: se acabó el anonimato. Todo aquel que quiera darse de alta en una red social debería estar obligado a hacerlo con nombre, apellidos y número del Documento Nacional de Identidad. El carné en la boca o no hay tu tía. Lo mismo que cuando quiere comprar una camiseta online o hacer una gestión con la Seguridad Social. El problema, qué le voy a contar que usted no sepa, es que detrás de todo este despropósito que nos degrada como sociedad, están los propios intereses políticos. Gobiernos que manipulan exactamente igual que lo hacía Goebbels con la propaganda nazi. En lugar de un altavoz en cada farola, una red social debidamente manipulada. Y grupos de ideología extrema –aquí tenemos ejemplos muy claros a diestra y siniestra– que incluso llegan a estamentos como el Parlamento Europeo. El tal Alvise Pérez es el último caso, pero antes hubo otros, como Pablo Iglesias. Y vendrán más. Porque esto, obviamente, no es nuevo. Viene ocurriendo desde hace demasiado tiempo. Y va a peor.

En estos 14 años que llevo en Twitter me he planteado muchas veces abandonar. Darme de baja para no formar parte de esta tremenda red de engaño y manipulación. Una medida que tomé hace mucho tiempo fue no seguir a nadie. Utilizarla únicamente para difundir artículos periodísticos. Y por supuesto bloquear a todo cretino, casi todos anónimos, cuyo único fin en su triste vida es insultar y difamar. Cobardes que vuelcan en un tuit lo que son incapaces de decir a la cara. Una vez un político local, en aquel momento con una importante responsabilidad en el ayuntamiento de Cádiz, me la dio mortal por un artículo. Al menos tuvo la deferencia de hacerlo con nombre y apellidos. Le insté amablemente por privado a que nos tomáramos un café y me dijera personalmente todo lo que me había dicho de forma virtual. Aún estoy esperando. Imagino que habrá estudios al respecto, pero es obvio que esa falta de contacto personal, ese estar detrás de un teclado en lugar de mirando cara a cara, hace que según qué gente se envalentone. Y de ahí que leamos las barbaridades que leemos a diario. Un desastre. Si eres periodista tienes que estar, dicen. Pues a tomar viento. Retiro mi insignificante granito de arena de esa montaña. Definitivamente, me bajo.

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