Machismo y Carnaval
El concurso del Falla siempre ha sido reivindicación y protesta, además de risas y emoción. Así debe ser, pero sin radicalidad, sin violencia verbal
Y a está aquí el Carnaval. En todo su esplendor. Febrero, frío y coplas, la mezcla que todo Cádiz espera con emoción. Unos más que otros, obvio. En apenas un par de semanas muchos gaditanos nos echaremos a la calle. Pero no serán pocos los ... que aprovecharán los días de fiesta para irse de la ciudad y evitarse la invasión. Como hay sevillanos que pican billete en Feria, pamploneses que no quieren saber nada en San Fermín y valencianos que no soportan su ciudad en Fallas. Todo es respetable, que cada cual haga con su ocio lo que le venga en gana. Pero este año es especial. Para todos. La pandemia abrió un paréntesis que se cierra definitivamente en este 2023 y quien más quien menos está deseoso de volver a encontrarse una ilegal en cualquier esquina. Loco por escuchar un coro en la Plaza o a un romancero en Santa María. Sin mascarillas, sin distancias, con muchas pamplinas. Con ganas de reír, que buena falta nos hace. Unos días, digo, nos quedan. Y mientras, volvemos a disfrutar de un concurso del Falla también como los de antes. Con un alto nivel en coros y comparsas y sorprendentemente bueno en chirigotas. En cuartetos, también como antes, un par salvables y poco más. El certamen del Carnaval de Cádiz es un éxito desde hace muchos años. Y lo es por muchas razones. En mi opinión, la principal es que es capaz de despertar una gran cantidad de sentimientos en una sola noche de coplas. Risa, emoción, empatía, sorpresa, admiración, rechazo, tristeza, vergüenza ajena, orgullo de gaditano... y el principal, el que en Cádiz conocemos como 'pellizco'. Todo, sin levantarse de una butaca. Todo en apenas unas horas.
Sin embargo, en estos dos últimos concursos ha habido una comparsa que me ha provocado una sensación para mí desconocida en el Teatro: me ha violentado. Me ha hecho sentir incómodo, a disgusto. No por lo que dicen, sino por cómo lo dicen. Una parte muy importante de las letras del Carnaval siempre ha sido la crítica, la reivindicación. Periodismo cantado, se ha dicho. Sobre los más variados asuntos, desde los laborales a la religión, los derechos sociales o el terrorismo. Así debe ser y esa es otra de las muchas claves de su éxito. Y como la fiesta evoluciona con la sociedad, el machismo es uno de los temas que más se están tratando en estos últimos años. Un machismo que, a qué engañarnos, ha campado a sus anchas en el propio Carnaval toda la vida. Por lo que una de las mejores formas de combatirlo es desde dentro. Siendo las propias agrupaciones las que den el primer paso. No ya sólo cantando letras a favor de los derechos de las mujeres, que también, sino evitando tópicos absurdos. Chistes fáciles. Sin duda, es un avance. Muy necesario. Un paso más en el largo camino que aún nos queda por recorrer hasta alcanzar la igualdad real. Pero como ocurre en todos los órdenes de la vida, hay quien quiere apoderarse de esa bandera del feminismo. Hacerla suya y proclamar que sólo ellos -en este caso ellas- son los auténticos defensores de la causa. Los radicales. O más bien, las radicales. La comparsa 'Las musas', que en la anterior edición fueron 'We can do Carnaval', cuya autoría corresponde a una señorita llamada Marta Ortiz. Todo su repertorio gira en torno al mismo asunto, con letras muy agresivas. Y soeces. En algunos casos pretendidamente graciosas, pero sin lograrlo.
La primera vez que subieron a las tablas del Falla fue en el concurso del año pasado. Y se colaron en la final. Un hito al alcance de muy pocos. Poquisímos. Hay algunos autores de reconocídisimo nivel que aún no lo han logrado. Y ellas, a la primera. Obviamente su pase levantó muchas suspicacias y hubo críticas. Como las hay todos los años. Como las seguirá habiendo. En este caso con más razón. Porque es demasiado obvio que pasaron por lo que pasaron. Politización, se llama. Pero lo más sorprendente es que su respuesta a las críticas fue que todos los demás son machistas. Ridículo. Es no querer ver la realidad. O peor, es que tu radicalidad te impide verla. Imagínese que una ministra de Igualdad promueve una ley chapucera que provoca la reducción de penas y la excarcelación de cientos de violadores. Y que en lugar de asumir responsabilidades, culpa a los jueces –y a las juezas– porque son unos fachas. Pues lo mismo, pero en Carnaval, que ya sabemos que es un cachondeo muy serio.
En fin. A un servidor, que entiende una mijita de Carnaval porque lleva escuchando coplas desde antes de que esas criaturas hubiesen nacido, le chirría. Por supuesto no hablo de voces, aunque hay varias comparsas infinitamente más afinadas que esta. Hablo de repertorio, de experiencia sobre las tablas, de ingenio... de lo que hay que tener para alcanzar un puesto tan importante como la final del Falla. Y, aunque sea porque ellas acaban de empezar, aún están lejos de muchas de sus rivales. Sobre todo porque las sensaciones que provocan al aficionado están también muy lejos del 'pellizco'. Un pellizco de monja, como decía mi abuela, les tenían que haber dado de pequeñas para aprender a canalizar mejor sus emociones, para ser reivindicativas pero no agresivas. O de monje. Que no es por machismo, es que venía al pelo.
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