Sin acritud

La invasión silenciosa

El alga asiática es un problema de primer orden para el turismo de la provincia; para la pesca es directamente la muerte

Seguro que usted también vio en redes sociales aquel vídeo que se hizo viral, en el que un joven que conduce un coche por una carretera secundaria baja la ventanilla y pregunta a una vaca retinta de Tarifa cómo se llega a la playa de ... Bolonia. Y el animal señala con un giro de cuello en dirección al mar. La vaca Paquita la bautizaron. El vídeo es divertido porque realmente da la sensación de que Paquita ha entendido perfectamente la pregunta. Tanto que los jóvenes que lo grabaron deberían haberle preguntado: ¿hay algas hoy? Probablemente la vaca les hubiera dicho que ni se acercaran, que no valía la pena. Que estaba toda la orilla llena y que se buscaran otra playa si lo que pretendían era echar el día debajo de la sombrilla y refrescándose en el agua. O al menos que esperaran a que los servicios de recogida retiraran las toneladas de ellas que la afean casi diariamente, en contraste con la belleza de la mítica duna. El alga invasora se ha convertido ya en un problema de primer orden para la provincia de Cádiz. Y no se avistan soluciones. Al menos a corto-medio plazo. Cuando la naturaleza dice aquí estoy yo no hay forma de frenarla. Desde luego no cuando se trata de desastres naturales como un terremoto o un tsunami. Pero tampoco cuando es una 'invasión' silenciosa que se prolonga ya desde hace demasiados años. En algún momento de la década pasada la Rugulopteryx Okamurae llegó a nuestras costas adosada al casco de algún barco procedente de Asia. Y aquí se quedó. Y se reprodujo de tal forma que hoy día lo invade, literalmente, todo.

Estamos sin duda ante un asunto de máxima gravedad para el turismo. De momento son los propios ayuntamientos costeros los que van sorteando como pueden los meses de verano, reforzando los servicios de limpieza y pagando una factura extra que no podrán soportar durante mucho más tiempo. Por eso han pedido ayudas a otras administraciones superiores, obteniendo la callada por respuesta excepto por parte de Diputación y la Junta, que colaboran con lo que buenamente pueden, que es manifiestamente insuficiente. Se han hecho propuestas al Gobierno para tratar de obtener algún tipo de beneficio de este desastre, como venderlas para hacer suelas de zapato, productos cosméticos o fertilizantes. Pero con el muy verde ministerio de Transición Ecológica hemos topado. Negativa por respuesta, no sea que alguien diga que es de fascistas aprovecharse de un ser vegetal para obtener beneficios económicos o alguna memez por el estilo. El caso es que para el turismo de la provincia es un dilema de importancia supina, pero para la pesca es directamente la muerte. El reportaje que firma hoy en LA VOZ Pepe Ortega con los pescadores de Conil es altamente recomendable. Desesperación, hastío, rabia, impotencia, aburrimiento... todo eso es lo que sienten desde hace años, en los que apenas pueden salir a faenar y cuando lo hacen es para volver con las redes vacías de pescado y llenas de algas. Reclaman ayudas. Claman en el desierto del Oceáno. El Ministerio de Agricultura y Pesca ni está ni se le espera, con un Gobierno que sólo mira a Cataluña y una Unión Europea que lo hace hacia cualquier otro lado que no sea el sur, donde todo son problemas. Cuando no es la inmigración es el narcotráfico. Y ahora el alga. Rugulopteryx Okamurae. El nombre se las trae. Y las soluciones no llegan.

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