SIN ACRITUD
Ignacio Moreno Bustamante: Recuperar la esencia
Pasear por Cádiz hoy no tiene nada que ver con hace unos años: el turismo trae muchos beneficios, pero también perjuicios que hay que solventar
Video. El director de LAVOZ de Cádiz Ignacio Moreno Bustamante
Cádiz es una ciudad para pasearla. Por su clima, por su belleza, por sus múltiples lugares históricos y emblemáticos. Sobre todo el casco antiguo. Hace unas décadas pasear por Cádiz era mucho más que un paseo, era casi un acto social. En la calle Ancha, ... en Columela, en San Francisco... uno se iba encontrando amigos, conocidos, con los que charlar amigablemente. «Buenas tardes», «hasta luego», «me alegro de verte»... eran las palabras más repetidas en El Palillero o en la plaza del Mentidero. Había abundancia de comercios de ropa tradicionales, como Goya, Moral o Isi. Hasta grandes almacenes de varias plantas había. Quién no se acuerda de Simago o de Galerias Preciados. Y por supuesto lugares de encuentro en los que merendar, como La Camelia. Hoy apenas queda nada de aquello. Pasear hoy por el centro de Cádiz es cruzarte con un montón de desconocidos. Sobre todo en época estival. O con cruceristas. Gente que va en chanclas, en bermudas y camisetas de tirantes y que procede de lugares remotos de nuestra geografía nacional e incluso europea. Cádiz ha perdido su esencia. O buena parte de ella. Eso es evidente. Es el signo de los tiempos, que trae algunas cosas positivas, pero otras que indudablemente no lo son tanto. Durante años los gaditanos suplicábamos, implorábamos, la llegada de turistas que vinieran a salvar la economía de una ciudad con un problema crónico de desempleo. Sin duda esa parte la hemos conseguido. Hoy día Cádiz es una de las ciudades más de moda de toda España. Su nombre está asociado a un montón de sustantivos, todos positivos. Sol, playa, luz, mar, alegría, sonrisas, diversión, descanso... Sin duda es algo de lo que sentirse orgulloso. Pero quizá nos hemos pasado. En exceso nada es bueno. Y nuestra ciudad ha cruzado un límite que ha hecho que sus habitantes se sientan, en cierto modo, extraños en su propia tierra.
Tenemos que conservar lo que hemos logrado, que no ha sido fácil ni fruto de la casualidad. Pero del mismo modo estamos obligados a regularlo, para alcanzar un equilibrio muy necesario entre la economía y la convivencia. Por eso iniciativas como la del Ayuntamiento de no permitir que haya más de un cuatro por ciento de pisos turísticos en la ciudad deben ser cumplidas a rajatabla. Superar esa cifra, como afirma el alcalde Bruno García, genera problemas. Pero además, debe ser acompañadas con políticas activas de vivienda. Construir más y, sobre todo, construir pensando en los más jóvenes. Una de las peores consecuencias de la falta de vivienda en nuestra capital es la pérdida de población y el evidente envejecimiento de los que vamos quedando. Y por supuesto hay que incentivar las políticas de empleo. Y aquí deben estar involucradas todas las administraciones, no sólo la municipal. Porque pretender vivir únicamente del turismo es un grave error. No hay que demonizarlo, por supuesto. Todo lo contrario. Pero hay que crecer en otros sectores, fundamentalmente la industria. Ejemplo clarísimo lo tenemos en los barcos que vienen a repararse al astillero. La inmensa mayoría de los operarios son extranjeros que viven en el propio barco. Vienen con él y se van con él. Sencillamente porque es mano de obra más barata. Necesitamos más y mejor formación para nuestros jóvenes para que puedan trabajar y vivir en Cádiz. Sólo así algún día podremos, o podrán, volver a pasear por su ciudad saludando a sus vecinos, charlando con los amigos, y no cruzándose con una ingente cantidad de desconocidos que se alojan unos días en un apartamento turístico y no consumen más allá de lo que compran en el supermercado de la equina. Sólo así Cádiz podrá recuperar al menos parte de su esencia perdida.
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