Cuando habla la naturaleza

Cádiz está decadente, decrépita. La caída de árboles es una prueba más. No es casualidad que se hayan desplomado cuatro en apenas dos meses: los técnicos ya lo advirtieron

Ignacio Moreno Bustamante

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La naturaleza es sabia. No hay manera de engañarla. No se deja embaucar –como el ser humano– por demagogias, populismos, discursos grandilocuentes y promesas incumplidas. Y es poderosa. Cuando dice aquí estoy yo, actúa con todo su esplendor. Ejemplos hay miles. El más reciente ... en nuestra memoria, el volcán de La Palma. Pero hay millones más. Infinitamente más destructivos. El maremoto de Cádiz de 1755, yendo un poco más lejos en el tiempo y más cerca en el espacio. Y ahora de nuevo está hablando. De manera mucho más sutil, obviamente. Más de andar por casa. Pero está diciendo aquí estoy yo. En forma de desplome del arbolado de la ciudad. No, no es casualidad que en apenas dos meses se hayan caído hasta cuatro árboles en una municipio pequeño como Cádiz. Tres de ellos de cuajo. En otro, una de sus enormes ramas. Es lo que tienen los árboles. Que cuando no se les cuida, se les poda convenientemente y se les vigila, terminan por irse al suelo. La ley de la gravedad al servicio de la naturaleza. Esto es un hecho. Cuatro árboles que se han caído. Con el consiguiente peligro. A partir de aquí entra en juego la demagogia. Entra en juego el ser humano a emponzoñarlo todo. Buscando excusas. En este caso lo hacen los encargados de evitar que ocurra, que no son otros que los responsables de la gestión de la ciudad. El alcalde y sus hombres. Y sus mujeres. En lo que a árboles se refiere, concretamente la camarada –así se hace llamar ella– Rocío Sáez. A la sazón, concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Cádiz. «Es que tiene una copa asimétrica». «Lo hemos desmochado». «Se ha intentado que tenga una copa estructurada». «Los brotes emitidos están ahilados por la búsqueda de la luz al tener que competir con el ficus del parterre contiguo»... bla, bla, bla. Lo que usted quiera. Sí sí, seguro que no les falta razón. Desmochados, claro. Copa asimétrica, ya ya. ¡Que se han caído cuatro árboles, señora! Y de milagro no lo han hecho en la cabeza de cualquiera que pasara por allí. Un par de heridos leves, afortunadamente. Pero de seguir esto así, es una simple cuestión de tiempo que estemos hablando de una desgracia.

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