Dos frikis de la política

Teresa Rodríguez-Rubio y Macarena Olona, situadas en ambos extremos del arco político se han convertido en dos personajes ridículos cuya única arma es la provocación

Ignacio Moreno Bustamante

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El duelo del 23J es a cuatro. O mas bien a dos con otros dos aspirantes a recoger migajas. En un par de semanas dilucidaremos si ambos partidos minoritarios –Sumar a la izquierda, Vox a la derecha– resultan cruciales para formar gobierno. En ese caso no serán precisamente migajas lo que recojan, aunque obtengan pocos escaños. Siempre que sean los suficientes para someter a todo un Gobierno, habrán triunfado. Que les pregunten a Podemos, Bildu o Esquerra en esta última legislatura. Allá quien quiera tirar su voto a la basura. Es lógico que aquel que sea de izquierdas y no le guste Sánchez se vea tentado por votar a Yolanda Díaz. Exactamente igual que aquel de derechas a quien Feijóo no le convenza. Verá en Santiago Abascal su opción más factible. Sin embargo, en ambos casos estarán facilitando exactamente lo contrario de lo que buscan. Si usted vota a Vox es más fácil que salga Sánchez y si usted da su voto a Sumar será Feijóo quien esté más cerca de la Moncloa. La Ley D'Hondt es lo que tiene, más aún en circunscripciones pequeñas, como es el caso de Cádiz. Fragmentar el voto es un error de primero de elecciones, pero en una sociedad tan polarizada, tan dividida como la actual, es prácticamente imposible hacérselo ver a nadie. Menos aún a los que han decidido –obviamente están en todo su derecho– situarse en los extremos. Nunca un gobierno extremista de ningún lugar del mundo llevó a su país por la senda de la prosperidad. Bien al contrario, siempre trajeron ruina y despotismo. Cansados estamos de repetir que la etapa de mayor prosperidad de la historia de la democracia en España fueron los 40 años posteriores a la muerte de Franco, con la alternancia PP–PSOE. Bipartidismo. Con sus errores, con sus infinitas cosas a mejorar. Pero imagine usted dónde estaríamos ahora como país de haber seguido con la extrema derecha que representaba el franquismo o con un gobierno de extrema izquierda al estilo de la mayoría de países sudamericanos. Aquí, en España, en este Estado al que algunos tanto defenestran y odian, se han hecho la mayoría de las cosas muy bien. Mi generación y las posteriores nunca podremos estar suficientemente agradecidos por haber nacido y crecido en un ambiente de tanta libertad y prosperidad. El único lunar durante muchos años fue el terrorismo de ETA. Y ya cuando nos hicimos mayores, la corrupción, a la que es cierto que ni PP ni PSOE supieron, pudieron o quisieron poner coto. Y cuando lo hicieron fue demasiado tarde. Tantos casos de mangantes y de expolio de dinero público, unidos a la crisis económica, hicieron saltar por los aires ese 'status quo' en el que vivíamos para dar paso a la actual división de la sociedad, propiciada por la aparición de los radicalismos. Ojalá la cita con las urnas de dentro de dos semanas nos acerque un poco más de nuevo a ese bipartidismo con el que tan bien nos fue.

Ciertamente parece que empieza a haber síntomas de ello, pero queda camino por recorrer para evitar que reaparezcan los gobiernos 'frankenstein' o tensiones absurdas como las de Extremadura o Murcia. Andalucía, en ese sentido, es todo un ejemplo de buen hacer. Otro ojalá. Ojalá entre todos los españoles seamos capaces de aislar y apartar de las instituciones a radicales de todo signo. De momento ya lo hemos hecho con un par de ellos. O ellas, en este caso. Una a la izquierda, Teresa Rodríguez, y otra a la derecha, Macarena Olona. Ambas se han convertido ya en dos frikis de la política. Ya no saben cómo llamar la atención para que les hagan caso. La primera organizó una 'besada' LGTBI en la sede de Vox de El Puerto. Y la segunda inició la campaña en un puticlub de Granada. Dos personajes ridículos que afortunadamente ya no pueden hacer más que eso: el ridículo por medio de la provocación. Ahora toca, nos toca a todos, hacer lo mismo con todos aquellos políticos que pretenden hacernos votar con las tripas, en lugar de con la cabeza.

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