SIN ACRITUD

Mucho más que Cataluña

La debilidad del actual Gobierno de España, tan dependiente de ERC y Junts, hace que lo que ocurra hoy tenga una influencia directísima en el resto de España

Vicky Cristina Barcelona'. Peliculón. Para quien le guste, claro. Para los sesudos críticos de cine es fresca, divertida, inteligente... o al menos esos fueron algunos de los elogios que le dedicaron allá por el año 2008, cuando se estrenó en España. Para un absoluto ignorante ... en materia cinematográfica como un servidor, un completo aburrimiento. Insufrible. Una de las protagonistas es Scarlett Johansson y eso siempre es una invitación a verla. Pero luego te topas con la dirección del estresante y neurótico Woody Allen... También están Javier Bardem y Penélope Cruz. Mis respetos. Pero no. Cada uno tiene sus gustos, que decían Los Lacios del Selu cuando hablaban de su novia Mari Loli. Sea como fuere, 'Vicky Cristina Barcelona' representa una imagen de una Ciudad Condal que ya no existe. Moderna, cultural, cosmopolita. La que ya venía siendo desde antes incluso de la Transición y que se coronó con las Olimpiadas del 92. Hoy, no tantos años después, esa imagen se ha desmoronado del todo. Ignoro cómo la verán los propios barceloneses desde dentro. Probablemente no sea tanto como lo vemos los que estamos a mil kilómetros de distancia. Un poco como nos ocurre a nosotros cuando nos observan y definen desde fuera. Que si vagos, que si graciosos, que si lo rica que está la tortillita de camarones, que si todos los días es Carnaval. Tópicos. Trazo grueso. Aunque algo de verdad hay. Como la hay en que antes pensábamos en Barcelona y se nos venían a la mente Salvador Dalí, Gaudí y la Sagrada Familia. Ahora carteristas, okupas e inseguridad ciudadana. Consecuencias de ocho años de alcaldía de la tal Ada Colau, una política radical, sectaria, populista e intransigente con todo el que no piensa como ella. Kichi en versión femenina.

Algo similar, aunque por distintas razones, ocurre con Cataluña en general, más allá de la capital barcelonesa. La imagen que tenemos hoy es muy distinta a la de hace unos años. Toda la vida ha habido una parte de la sociedad abiertamente independentista. Tanto una derecha burguesa como una izquierda radical. Los extremos, una vez más, dándose la mano. En medio están los constitucionalistas, probablemente mayoría, pero infinitamente menos ruidosos. Durante décadas, con Jordi Puyol como máximo representante, el resto de España los toleraba. Pese a todo. O al menos los ignoraba. Bastante teníamos con los independentistas vascos, que defendían sus ideas a base de tiros y bombas lapa. Pero en la última década todo ha dado un giro radical. Ese empeño enfermizo en independizarse, ese retorcer la ley, cuando no saltársela, para alcanzar sus utópicos objetivos. Cataluña no se va a independizar de España, por más que se empeñen. Por más que hayan encontrado el aliado perfecto en Pedro Sánchez, quien se deja manipular y extorsionar abiertamente. Esta etapa pasará y las aguas volverán a su cauce. El problema es lo que nos estamos dejando por el camino. Los daños colaterales, que están siendo muchos y muy graves. De forma directa unas leyes mucho más débiles que permiten indultar y hasta amnistiar a delincuentes. Amén de beneficios económicos directos para Cataluña en detrimento del resto de españoles. Y de paso, aunque también de forma muy directa, una polarización, una división social que en buena parte emana del conflicto catalán.

En este contexto tan complicado los catalanes tiene hoy una cita con las urnas. Unas elecciones que van mucho más allá de los intereses de los vecinos de Gerona, Tarragona, Lérida y Barcelona. Lo que ocurra hoy va a tener una incidencia directa, directísima, en el Gobierno de España. Pedro Sánchez está en la Moncloa cogido con pinzas. Siete de esas pinzas son de ERC y otras siete de Junts. Como las urnas hoy den una aritmética en la que Salvador Illa se tenga que ver obligado a beneficiar o perjudicar a uno de los dos, veremos a ver la reacción en Madrid. Hoy los catalanes se juegan mucho. Y el resto de españoles también. Para empezar el que empecemos a recuperar la buena imagen que teníamos de ellos en general, tan distorsionada en los últimos tiempos. Pero no sólo eso. Nos jugamos mucho más. Saquen la calculadora.

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