SIN ACRITUD
La Casa de Socorro
Aquel edificio y el de El Olivillo, donde te ponían las vacunas, eran los dos lugares más temidos por los niños gaditanos de los años 70
Recuerdo el interior de ambos edificios con bastante nitidez, aunque han pasado más de 40 años. La nitidez propia de la memoria infantil, que deja grabadas para siempre algunas imágenes sin saber muy bien por qué. Soy incapaz de recordar que comí antes de ... ayer, pero jamás olvidaré aquellas paredes blancas, aquel olor a desinfectante, aquellos carteles de una enfermera que, con una especie de cofia en la cabeza y el dedo índice tapándose la boca, pedía que guardáramos silencio. Probablemente sean tan claras las imágenes en mi cabeza porque eran, sin duda, los dos lugares más temidos por los niños de Cádiz en los años 70: la Casa de Socorro y El Olivillo. La primera estaba en la Avenida, justo al lado de Las Esclavas, frente a los cuarteles de Varela. A su espalda estaba entonces la plaza de toros, derribada en el 76 y hoy Plaza de Asdrúbal. Recuerdo también que detrás, donde hoy está el edificio de Tráfico, ponían los 'cacharritos' en Carnaval. El látigo, los coches de choque... hasta un cohete espacial pusieron un año. Pero lo más nítido es aquella Casa de Socorro, donde acabábamos más de una tarde con una rodilla levantada o un muslo deshollado por una mala caída en un partido de fútbol sobre cualquier campo de gravilla de la época. «A la Casa de Socorro, que te tienen que poner la inyección del tétano» era la frase más temida que un niño gaditano de aquella época podía oír en boca de su madre. O quizá no. Quizá era peor esta otra: «Vístete que nos vamos al Olivillo, que te tienen que poner la vacuna para las paperas». Hoy, al rememorarlo, seguro que a todos se nos escapa una sonrisa, pero en aquellos momentos, aún en pantalón corto y con las bambas puestas, un escalofrío te recorría el cuerpo.
Hace poco tuve oportunidad de volver a entrar en El Olivillo, hoy perteneciente a la UCA, para hacer una entrevista a la vicerrectora María Jesús Mosquera. Obviamente el interior, completamente reformado, no tiene nada que ver con mis recuerdos infantiles. Pero inconscientemente rememoré por un instante la imagen de una enfermera con moño y jeringuilla en mano viniendo a por mí.
Todo se idealiza, supongo, durante la infancia. Probablemente nuestro sistema sanitario actual, con sus muchos defectos, sea infinitamente superior al de entonces. Los actuales centros de salud cuentan con más y mejores instalaciones y medios. Pero no puedo evitar la sensación de que hemos perdido mucho en el trato con el paciente. Ahora todo se mide en objetivos y los ciudadanos somos simples números. En todo. En la sanidad también. Pero estoy convencido de que el trato al paciente –y a los familiares del paciente– en aquella época era mucho más cercano, más humano, que hoy día. Insisto, hablo desde la mente de un niño de siete u ocho años, pero era una cuestión cultural. No quiero decir que los sanitarios de entonces fuesen mejores ni peores profesionales que los de ahora. Pero el sistema sanitario en general ha ganado en eficacia en la misma medida que ha perdido en cercanía, en empatía. Tanto en la sanidad privada, que no es más que un mero negocio, como en la pública, en la que hay que 'despachar' al paciente en el menor tiempo posible para que pueda pasar el siguiente. Quizá los niños de hoy recuerden dentro de cuatro décadas el actual centro de salud de la Barriada de La Paz o de Loreto con el mismo cariño que nosotros, los niños de los 70, recordamos aquel edificio de la Avenida. Pero lo dudo. Y mire que nos daba miedo que nos llevaran allí. Pánico. Aunque luego nos compensaran con un helado en Los Italianos, que es de lo poquito que queda en Cádiz igual que entonces.
Todos estos recuerdos me han venido a la cabeza al ver una foto en la que aparecen varios representantes del PSOE provincial agarrando una pancarta en la que denuncian la mala gestión de la Junta en materia sanitaria. Muy cierto es que puede y debe mejorar muchísimo, que las listas de espera para ser atendidos son inadmisibles y que la Atención Primaria es muy mejorable. Pero no es menos cierto que cuando ellos gobernaban la situación era similar o peor. Y que utilizar la sanidad como simple arma arrojadiza es, además de triste, el primer paso para que nunca jamás mejore de verdad.