SIN ACRITUD

El Carnaval errático

Aquellos que se autoproclaman defensores de la esencia de la fiesta en realidad le están haciendo mucho daño

Hay una parte del Carnaval de Cádiz que da ya mucha pereza. O quizá sea la edad. Mejor dicho, hay una parte del concurso del Falla que provoca -al menos a mí- cada año mayor rechazo. Uno empezó a aficionarse a esto con 'Los ... cruzados mágicos', 'Los cegatos con botas', 'Las momias de güete' o 'Los combois da pejeta'. Carnaval puro y duro nacido con el único fin de hacer reír y, por supuesto, soltar su dosis de lo que aquí llamamos 'carga gaditana'. Les hablo de los 80, siendo un servidor un niño aún. Luego, ya en los 90, llegaron la generación de Selu, Yuyu, el Sheriff, Juan Carlos, Martínez Ares... y algunos autores míticos pero desconocidos para las nuevas generaciones como Erasmo Ubera o Kike 'El largo', aunque este último primó mucho más la calle que el concurso. Aún no se había 'internacionalizado' la fiesta a través de Canal Sur, o al menos no como ahora, y la grandeza de toda esta historia era la esencia. La esencia del Carnaval. No había que buscarla, como parece que hacen algunos ahora. Simplemente estaba ahí. Se daba por hecha. Poco más tarde se produjo esa explosión en forma de difusión a través de la televisión y las redes sociales. Y todo cambió. No digo que lo hiciera ni para mal ni para bien. Simplemente es distinto. Muy distinto. Al principio todos nos alegramos de que empezaran a venir a concursar agrupaciones de fuera de Cádiz. Nos llenaba de orgullo. Qué grande nuestra fiesta -pensábamos- que quiere participar en ella gente que vive a miles de kilómetros de aquí. Lógicamente eso conllevó cambios. En algunos casos para bien -que se lo digan a los artesanos del Carnaval- y en otros no tanto. Pero lo que ocurrió, sin ningún género de dudas, es que esa esencia se fue perdiendo. Al menos sobre las tablas del Falla. La calle es otra cosa. La calle ha seguido gozando de buenísima salud, afortunadamente. Pero en el teatro, uff. Demasiados egos, demasiada competencia, demasiados intereses en juego, demasiados contratos y subvenciones... Ego, competencia, intereses, contratos, subvenciones... todo, absolutamente todo lo que va en contra de esa preciada piedra angular sobre la que debe girar todo: la esencia.

Ocurre que ahora hay algunos que se han autoproclamado los abanderados de la esencia. De lo clásico. Los defensores a ultranza del gaditanismo. Pero lo han enfocado mal. Porque están reivindicando la pureza de la fiesta desde la confrontación, influidos sin duda por las pajarracas que se montan a diario en las redes sociales durante el mes de concurso. Y eso, en sí mismo, es ir contra la esencia. Conviene repetir muchas veces la palabra, esencia, esencia, esencia, porque insisto en que es el único y gran objetivo. Recuperarla. Y para hacerlo hay que purificar el espíritu. El espíritu carnavalero, quiero decir. Centrarse exclusivamente en la risa, o en la crítica bien construida y fundamentada, y olvidar todo lo demás. Cantar un pasodoble diciendo que solo el de Cádiz puede amar esta ciudad es equivocarse por completo. Por más que nosotros la disfrutemos y la padezcamos y los de fuera se queden únicamente con la parte bonita. Se puede amar un lugar sin necesidad de vivir en él. Y sobre todo no merece la pena entrar en estas confrontaciones porque no llevan a ningún lado. Desde luego a nada bueno. ¿Es menos gaditano, por ejemplo, el que ha nacido en La Viña y se ha tenido que ir a vivir a Puerto Real porque aquí no le alcanza para un alquiler? Es más, ¿es más gaditano uno de la Viña que uno de La Laguna o de Bahía Blanca? Es absurdo siquiera plantearlo. Jamás le hizo falta entrar en este tipo de polémicas al Peña y al Masa. Ni lo ha necesitado el Selu, el Love, el cuarteto de Rota, el Sheriff... todos han dado carga cuando había que darla. Y como hay que darla. Con arte, con ingenio. No necesitan buscarse un disfraz de punki radical y anarquista para tener la excusa perfecta para insultar gratuitamente. «Es Carnaval y vamos de punkis», así que podemos decir exactamente lo que nos dé la gana. Claro, dígalo usted, pero eso lo hace cualquiera. Incluso con mejor rima. Ese Carnaval es un error. Ojalá Cádiz, los gaditanos que protagonizan el Carnaval, se den cuenta de que esto es para pasar un buen rato, no para pelearse con todo lo que se mueve en redes sociales. Menos mal que siempre nos quedará la calle, aunque también ahí algunos lo único que buscan es hacerse 'virales'. Pero sin duda ese es el Carnaval verdadero. El que solo entiende de coplas sencillas y bien traídas, de esquinitas recogidas para cantar, de una copita de vino y dos coloretes. La esencia.

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