SIN ACRITUD

El Carnaval errático

Aquellos que se autoproclaman defensores de la esencia de la fiesta en realidad le están haciendo mucho daño

Ignacio Moreno Bustamante

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Hay una parte del Carnaval de Cádiz que da ya mucha pereza. O quizá sea la edad. Mejor dicho, hay una parte del concurso del Falla que provoca -al menos a mí- cada año mayor rechazo. Uno empezó a aficionarse a esto con 'Los ... cruzados mágicos', 'Los cegatos con botas', 'Las momias de güete' o 'Los combois da pejeta'. Carnaval puro y duro nacido con el único fin de hacer reír y, por supuesto, soltar su dosis de lo que aquí llamamos 'carga gaditana'. Les hablo de los 80, siendo un servidor un niño aún. Luego, ya en los 90, llegaron la generación de Selu, Yuyu, el Sheriff, Juan Carlos, Martínez Ares... y algunos autores míticos pero desconocidos para las nuevas generaciones como Erasmo Ubera o Kike 'El largo', aunque este último primó mucho más la calle que el concurso. Aún no se había 'internacionalizado' la fiesta a través de Canal Sur, o al menos no como ahora, y la grandeza de toda esta historia era la esencia. La esencia del Carnaval. No había que buscarla, como parece que hacen algunos ahora. Simplemente estaba ahí. Se daba por hecha. Poco más tarde se produjo esa explosión en forma de difusión a través de la televisión y las redes sociales. Y todo cambió. No digo que lo hiciera ni para mal ni para bien. Simplemente es distinto. Muy distinto. Al principio todos nos alegramos de que empezaran a venir a concursar agrupaciones de fuera de Cádiz. Nos llenaba de orgullo. Qué grande nuestra fiesta -pensábamos- que quiere participar en ella gente que vive a miles de kilómetros de aquí. Lógicamente eso conllevó cambios. En algunos casos para bien -que se lo digan a los artesanos del Carnaval- y en otros no tanto. Pero lo que ocurrió, sin ningún género de dudas, es que esa esencia se fue perdiendo. Al menos sobre las tablas del Falla. La calle es otra cosa. La calle ha seguido gozando de buenísima salud, afortunadamente. Pero en el teatro, uff. Demasiados egos, demasiada competencia, demasiados intereses en juego, demasiados contratos y subvenciones... Ego, competencia, intereses, contratos, subvenciones... todo, absolutamente todo lo que va en contra de esa preciada piedra angular sobre la que debe girar todo: la esencia.

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