SIN ACRITUD
Una camisa de fuerza
Sánchez recuerda al doctor Bacterio repitiendo frases delirantes e inconexas mientras le llevan al manicomio
Ya no se regalan cosas con los periódicos. Y es una pena. Con la de películas en DVD que tiene usted apiladas en la estantería del salón. O esos libros de Semana Santa. Seguro que si rebusca por algún cajón encuentra aquel juego de ... pulseras. O un cinturón de colores. Por supuesto tendrá una vajilla o una cristalería que soportan sorprendemente bien el paso del tiempo. Para mí, uno de los mejores regalos que se dieron en esta casa fue aquella colección en edición de lujo de los grandes del Tebeo. Desde el Botones Sacarino a Anacleto, pasando por Pepe Gotera y Otilio o La Familia Trapisonda. Y, por supuesto, Mortadelo y Filemón. Todos ellos son mi infancia y la de millones de españoles. Tenía aún algún ejemplar de SuperHumor suelto por casa, y esta colección me llenó de alegría. Sin embargo, también fue la fuente de un disgusto que sinceramente no me esperaba. Un día en el que vinieron dos sobrinos a casa, 14 y 11 años respectivamente, quise hacer mi buena obra del mes, siguiendo los consejos de Don Pantunflo Zapatilla, padre de Zipi y Zape. Les ofrecí a ambos que eligieran cada uno un ejemplar de los casi 20 que tengo. De verdad creía que les haría ilusión. Y que de paso les instruiría en algo, aunque sólo fuera porque al menos durante un rato se alejarían de tanta pantallita. Sin embargo, su reacción me sorprendió y al mismo tiempo me hundió en la miseria del pureta: «¿Para qué queremos nosotros esto?», respondieron al unísono. Con mirada y sonrisilla cómplice, para colmo.
«¿Qué para qué queréis vosotros esto?». «Hijos de los mil...». «¿Que para qué...?» Pues para empezar para alfabetizaros un poco, que nada más que sabéis darle a la pantalla con el dedito para pasar de un vídeo de Tik Tok a otro como si no hubiera un mañana. Para seguir, para divertiros y entreteneros. Y para acabar para que se os queden grabadas en la memoria imágenes en forma de viñetas como se me quedaron a mí. Y cuando seáis casi cincuentones como yo, poder establecer analogías con la vida real. Para comparar al Doctor Bacterio, aquel científico loco al que no le salía bien ningún experimento, con Pedro Sánchez, por ejemplo. E imaginarle con aquella camisa de fuerza con las mangas cosidas a la espalda con dos enfermeros metiéndole en la ambulancia rumbo al manicomio. Y verle caricaturizado con tics en el ojo, como un loco, mientras repite balbuceante: «El pegamento de Vox», «Vox y PP lo mismo es», «Suéltenme, soy el presidente», «Superglue, supervox», «Bildu bueno, Vox, extrema derecha», «Que me suelten he dicho», «¡Vox! ¡Voxxxx!»... Porque en eso va camino de convertirse el aún presidente del Gobierno. En una caricatura de sí mismo que se va a quedar trastornado, si no lo está ya, cuando descubra que ya no dormirá más en La Moncloa. En el famoso debate cara a cara empezó a dar síntomas de ello. Y eso, queridos sobrinos de los..., lo podríais visualizar mucho mejor si alguna vez en vuestra puñetera vida hubiéseis leído algo que estuviera escrito negro sobre blanco en algún tipo de soporte de papel. Fuese un cómic o un libro. No en tanta pantallita. Vergüenza debería daros.
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