Bendita normalidad
Se agradece que la toma de posesión de Juanma Moreno ayer como presidente de la Junta de Andalucía fuese tan normal. Tan institucional. Tan formal. Ni una estridencia. Ni una salida de tono
Seguro que se acuerda usted de Carolina Bescansa. Aquella diputada gallega de Podemos que se coló en la sesión de Constitución de las Cortes Generales del Gobierno de España con su bebé en brazos. No hace tanto tiempo. Algo más de seis años. Aquel día, ... en el que se votaba a Patxi López como presidente del Congreso, Podemos montó un espectáculo que quedó para la historia de nuestro país por vergonzante, ridículo y circense. Era la primera vez que la ultraizquierda moderna pisaba la moqueta del Parlamento, y quisieron dejar constancia de ello a base de muestras de falta de respeto por las instituciones a las que ahora se aferran como a clavo que arde. Ellos lo denominaron normalidad, empatizar con la gente del pueblo y toda esa farfolla populista. Sin saber que todo es mucho más sencillo. Se llama educación. Y se tiene o no se tiene. Te la han dado o no te la han dado. Es obvio que las Bescansas, Iglesias, Monederos, Errejones, Albertos Rodríguez y demás políticos populistas no la recibieron. Una auténtica desgracia. Para ellos mismos, sobre todo. Pero en aquel momento también para todos los que nos sentimos avergonzados al estar representados por semejantes impresentables. Es decir, para la inmensísima mayoría de los españoles. Las instituciones merecen un respeto, independientemente de quien las dirija en cada momento. Y ese respeto se muestra guardando las formas y la compostura adecuada. Incluida la vestimenta. Del mismo modo que cuando se asiste a la boda de un amigo o un familiar hay que saber comportarse y 'maquearse' –por decirlo en su jerga–, cuando uno va a tomar posesión de un cargo tan importante como Diputado, con más razón aún. Pero de donde no hay, no se puede sacar.
Por eso se agradece que la toma de posesión de Juanma Moreno ayer como presidente de la Junta de Andalucía fuese tan normal. Tan institucional. Tan formal. Ni una estridencia. Ni una salida de tono. Ningún protagonismo de nadie que no lo mereciera. Juan Espadas, líder socialista, dio un excelente ejemplo de saber estar, en la esperanza de que algún día las urnas le sonreirán a él. Lo mismo que la expresidente andaluza, Susana Díaz. Ambos supieron estar a la altura de las siglas del histórico Partido Socialista Obrero Español, algo que no ocurre últimamente en Madrid, donde se pisotean sus siglas día tras día. También supieron estar acordes a las circunstancias Macarena Olona, representante de Vox, y por supuesto Juan Marín, saliente ya del Gobierno tras el fracaso de Ciudadanos. A Inmaculada Nieto y Teresa Rodríguez ni se las vio. Y tampoco nadie las echó en falta. En definitiva normalidad absoluta. Casi aburrimiento. Que es lo mejor que puede pasarnos a todos. Cansados estamos ya de gritos, de megáfonos, de moralina, de populismo, de que pretendan ideologizar absolutamente todo. Hartos de la política espectáculo, con mucho ruido y muy poca sustancia. Con los tiempos que estamos viviendo, y los que se nos avecinan, lo mejor que pueden hacer nuestros representantes en las instituciones públicas es gestionar, y no aborregar. Resolver y no confrontar. Y si encima es desde la afabilidad, desde el entendimiento, desde la más absoluta normalidad, mejor que mejor.
Ayer Juanma Moreno dio toda una lección de ello, una más. Pero es que además, ha dado un giro absoluto al imaginario histórico de lo que es Andalucía y somos los andaluces. No hace tanto tiempo, esta tierra era sinónimo de lo que era. Ya sabe. Etiquetas. Y ahora empieza a serlo de modernidad, de economía, de crecimiento. Sólo con eso, el actual presidente de la Junta ya está aportando mucho más que cualquiera de los que se aferran a un megáfono. Vienen tiempos difíciles. Eso no nos lo va a quitar nadie. Pero mucho mejor será afrontarlos con un verdadero gestor al frente de nuestro gobierno, al que por supuesto habrá que fiscalizar, apretar y exigir, que con cualquier adolescentoide con ínfulas políticas. Aunque nos aburramos. Bendita normalidad.
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