SIN ACRITUD

Amnistiémonos

Esta noche tenemos la oportunidad de volver a unirnos todos bajo la bandera de España, aunque sea por unas horas

Ignacio Moreno Bustamante

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Domingo, 1 de julio de 2012. El mundo entero vive inmerso en una crisis económica como no se había conocido desde el crack del 29. Si aquel desplome de la Bolsa de Wall Street de principios del siglo XX desembocó en la 'Gran Depresión', bien ... se podría decir que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en 2008 fue el germen de la gran división social en la que aún seguimos inmersos. Porque aquella ola que se inició en EEUU con la quiebra de Lehman Brothers provocó un tsunami financiero que arrasó literalmente todo el planeta tierra. En España, por supuesto, hizo estragos también. Entre otras cosas porque el entonces presidente del Gobierno, el buenista José Luis Rodríguez Zapatero, se empeñó en negar una y otra vez la crisis que se avecinaba. «Somos la Champions League de las grandes economías del mundo». «La crisis hipotecaría de Estados Unidos tendrá un impacto relativamente pequeño en España». «Vamos a lograr el pleno empleo»... todas estas frases estaba diciendo ZP cuando el terremoto se lo llevó por delante. Y a partir de ahí, el caos. Miles de personas perdiendo sus casas, sus trabajos. Muchos de los que se quedaron sin empleo, sobre todo en determinadas empresas públicas, incluso en partidos políticos y sindicatos, empiezan a levantar alfombras. A abrir cajones. A mostrar facturas hasta entonces ocultas. Y proliferan los casos de corrupción como proliferan los conejos en las dunas de Cortadura, ahora que las han vallado y pueden reproducirse libremente como lo que son, conejos. A manojitos. Los casos de podredumbre política lo invaden todo. La Gürtel, Bárcenas, Nóos... a diestra. Eres, cursos de formación, UGT... a siniestra. Y claro, surgen los mesías. Los salvadores de la patria que hasta entonces, cuando todos éramos ricos, no eran más que grupúsculos marginales. Adolescentoides consumidores de canutos y litronas en alguna plaza cercana a la Complutense. Liderados por ese otro gran 'iluminado' que es Pablo Iglesias. Empiezan con sus mensajes populistas, sus resentimientos, sus prejuicios, sus ansias de venganza, su autoproclamada superioridad moral y su insufrible matraca de la casta, el pueblo, los vecinos y las vecinas. Total, que aquella noche del 1 de julio de 2012 España era una país prácticamente arruinado y completamente dividido. Los fascistas y los rojos, como una especie de regresión a la época de la Guerra Civil. Y las redes sociales, por supuesto, echando humo. Sin embargo, tras endiñarle cuatro chicharros a Italia, nos olvidamos de todo eso por unas horas. Aquella noche salir a la calle con la camiseta de España no era de fachas. Como no lo fue el 11 de julio de 2010 con el gol de Iniesta a Holanda ni el 29 de junio de 2008 con el de Fernando Torres ante Alemania. Durante esos tres ratitos los españoles nos 'amnistiamos' unos a otros. La alegría común nos unió a todos como sólo el fútbol puede hacerlo. Nunca jamás cualquier otra actividad, ni deportiva ni de otra índole, tuvo el poder de aunar a personas tan distintas socialmente. Ni siquiera los Juegos Olímpicos. Ni tan siquiera los exitazos de Carlos Alcaraz. O los de Rafa Nadal, que alegran a la inmensísima mayoría de españoles, pero siempre salen voces discordantes a decir tontadas. El fútbol no. El fútbol es absolutamente de todos por igual. Incluso de los que no lo siguen.

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