OPINIÓN
Alimañas al acecho
Los adolescentes y jóvenes de hoy día no terminan de entender que un vídeo en redes sociales les puede hundir la vida en un minuto
En serio. Nos hemos vuelto tontos del todo. Hemos alcanzado, como sociedad, tal nivel de estupidez que asusta. El último ejemplo, el de la enfermera gaditana que dice que ella no piensa estudiar el «puto catalán». Punto primero: la enfermera. Prácticamente es una ... niña que utiliza un lenguaje infantiloide propio de las redes sociales. Estoy convencido de que sus padres le han dicho desde que era pequeña que no grabe ese tipo de mensajes y los comparta porque todo queda. Pero es una batalla perdida, porque estas generaciones se graban como rutina, es su día a día. Lo mismo que nosotros de pequeños jugábamos al trompo, a las canicas o al coger, los niños –y no tan niños– de hoy en día se dedican a grabarse. A todas horas. Ocurre que además esta chica en cuestión ya no es tan niña. Desde el momento en que se ha incorporado al mercado laboral, viste uniforme de enfermera y trabaja en un hospital, este tipo de actitudes sobran. No quiso aprenderlo cuando sus padres se lo decían y ahora lo ha hecho de sopetón. Dicho todo esto, no pasa de ser una medio broma, un gesto de inmadurez, un error propio de la edad. Exactamente igual que los famosos gritos de los adolescentes del Colegio Mayor Elías Ahuja, a los que algunos, y sobre todo algunas radicales del feminismo, quisieron demonizar cuando no eran más que unos gamberros malcriados.
Ese es el verdadero problema. Cuando los adultos de verdad quieren aprovechar este tipo de episodios para barrer para casa. Para hacer bandera de su causa, sea la que sea. No tenemos suficiente con la generación de jóvenes inmaduros y adictos a las redes que estamos criando entre todos, como para que encima haya quien se aproveche de esa inmadurez. Da igual que hablemos de feminismo extremo, de catalanismo o de cualquier otro colectivo, habitualmente minoritario. Lo importante es tener una excusa para volver a repetir sus reivindicaciones. En este caso lo ha hecho el mismísimo Puigdemont. Que tiene guasa. A raíz de un vídeo claramente infantilizado y absurdo, se ha lanzado a decir, en perfecto catalán –yo se lo traduzco, no se preocupe–, que «el odio en la lengua catalana es una constante entre muchos españoles. Algunos (jueces, policías, funcionarios) militan en la catalanofonía y se protegen entre ellos. Nos ofenden, nos insultan y les pagamos el sueldo. Hay un lingüicidio en marcha. Espero que el departamento de salud Cataluña actúe de inmediato». ¡Todo por un vídeo de Tik Tok! ¡Les pagamos el sueldo! Es tan absurdo que da pudor hasta tratar de analizarlo, de buscarle una explicación lógica. Porque no la tiene. Nunca hay lógica en sentimientos que no se forman en la cabeza, sino en las entrañas. Como el odio. Porque los que odian a España son ellos, no al revés. Pero se cree el odiador que todos son de su condición. Es ridículo. Y frustrante. Tanto que se le podría recordar que España es quien paga el sueldo a todos los diputados de su partido en el Congreso de los Diputados. Empezando por su mano derecha Miriam Nogueras, la que apartó la bandera de España. Y unos sueldos infinitamente más altos que el de esta enfermera gaditana.
El verdadero drama de todo esto no es Puigdemont diciendo sus cositas de catalanes. El problema es que entre todos deberíamos plantearnos qué hacer para que las generaciones que vienen por detrás sean conscientes de que las redes sociales son una herramienta de comunicación poderosísima. Y peligrosísima. Que hacer un mal uso de ellas te puede arruinar la vida. En un momento, en un simple vídeo de apenas medio minuto de duración. Porque siempre habrá alimañas al otro lado de la pantalla esperando para lanzarse al cuello sin piedad. Aunque hundan la vida a una joven que apenas acaba de salir del cascarón. Todo por expandir su ideología de forma rastrera. Nadie odia a Cataluña. En Cádiz desde luego que no, por más que los independentistas se empeñen. Y con actitudes como esta, personajes como Puigdemont sólo conseguirán pasar de ser un personaje de chirigota a un indeseable. Porque quien tiene la maldad dentro es él.