OPINIÓN
La guerra online
Este mundo va demasiado rápido y no es posible pausarlo. Sufrimos la mayor crisis emocional y de pensamiento crítico, que nunca se haya tenido
Decía Concepcion Arenal: «Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen». O también la famosa de Talleyrand: «Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible». Todo lo que semeja no llegar, llega, a pesar de que pensemos que nunca llegará. Es ... el continuo avance por el conocimiento de nuestra especie, y del interés económico que lo impulsa codiciosamente, absolutamente todo. Esos logros cuando llegan, no disponen de perspectiva suficiente, para evaluar sus servidumbres y peligros a futuro.
En mi profesión, la llegada de las siliconas y derivados polímeros de silicios, descubiertos por Hyde en 1938, supusieron panaceas que, en principio, suponían un pegamento o tratamiento preservador, incoloro y universal. Sin embargo, después de varias décadas de experiencia, comprobamos que sus efectos son adversos. Se polarizan, endurecen, se vuelven opacos y se retraen mucho. Se desechan como generadoras de mucho deterioro, al menos para la restauración arquitectónica.
Traemos esto aquí, por el enorme desarrollo que sufrimos en esta «era», que podíamos denominar «seudotecnológica», una de las de mayor impacto en la evolución de la Humanidad. Tengo la seguridad, como las perversas siliconas, que los grandes desarrollos informáticos, aplicados a todos los campos del lenguaje y la evolución social, tienen rapidez y constancia, pero a la vez, más aviesos intereses escondidos, que bondades. No digo con ello, que se deba dejar de investigar y avanzar en metas científicas, y en herramientas solventes y adecuadas a las necesidades vítales. Pero no es oro todo lo que reluce.
Las aplicaciones informáticas se han convertido en fines de sí mismas. Suelen satisfacer en gran manera, sibilinas conexiones que, manejadas por el poder, son engaños para incautos. Todos somos demasiado cándidos con el manejo de ellas. Te venden lo mejor con su uso, pero están poseídas de inconfesables provechos. Te ofrecen rentabilidades llenas de ocultos apresamientos temporales, pero con duras indemnizaciones si sales de ellas. En eso son maestros los banqueros y sobretodo las compañías de telecomunicación.
Se van reconociendo los daños colaterales del desarrollo tecnológico. Ejemplos recientes en la educación, donde los nuevos invasores extraterrestres que son los móviles, se van a confiscar. Son útiles para muchas cosas, pero su genética de uso es insaciable. Abducen las mentes hacia destinos y valores, en absoluto orientados a los que naturalmente perseguimos. Se aprecian también, las complicadas perversiones que la Inteligencia artificial supone para la honesta creatividad. Se ayudan de irracionales cálculos algorítmicos contra nuestros propios pensamientos. Los jueces no llegan, andan muy lentos para todo. Ahora sí, en la UE se dictan leyes, para el control y limitación de tangibles deterioros emocionales en niños, jóvenes y adultos. Reaccionamos contra los daños causados por su adictividad, pero ya es demasiado tarde.
Hay que controlar al anónimo que crea rutas llevándonos a su casita de Hansen y Gretel, para chuparnos hasta los huesos. Este mundo va demasiado rápido y no es posible pausarlo. Sufrimos la mayor crisis emocional y de pensamiento crítico, que nunca se haya tenido. Como nos decía Juan Luis Arsuaga el otro día: hoy la cultura es espectáculo, y la ciencia tecnología. Bajamos escalones en vez de subirlos. Nos sentimos inquietos, inmersos en una turbulenta guerra online del desconocimiento y distorsión social. Les animo como a mí, secuestrado por el móvil también, a dejar a un lado estos nocivos cacharritos, y utilizarlos al mínimo. Salud
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