TRIBUNA LIBRE

Solidaridad en tiempos de edadismo

En nuestra era de información y conocimiento, hemos perdido en gran medida el respeto hacia nuestros mayores

Gracia Gómez-Cortázar Romero (Analista y jurista)

1 de Agosto, primer día de vacaciones para muchos; muchos, tras un largo viaje en coche recorriendo España por carretera de Norte a Sur. Mi padre, de 81 años, entre ellos; él, ingeniero industrial, economista y actuario de seguros, con varios idiomas y unos años de lesión fronto-temporal, en otras palabras, demencia senil. El neurólogo apoya este mes de asueto en la comarca de La Janda, 'que se dé todos los caprichos menos alcohol que no es compatible con la medicación'. Todo, después de varios episodios de ausencias desde mediados de Julio, acompañadas de sus pruebas correspondientes en que mi señor padre ha permanecido 'ido y agarrotado' en diversos espacios temporales, con apariencia que va desde pasmado y mirada fija hasta dormido y ojos cerrados.

1 de Agosto, paliza de viaje pero perfecto, sin incidencias; llegada en hora. Papá se va a cenar a una cafetería en la mejor compañía de uno de sus hijos y su avezado cuidador. 'El Bus' es una cafetería con solera, que llevará tres décadas dando desayunos, comidas, meriendas y cenas a locales, turistas y viajeros en Barbate, junto a la estación de autobuses de Transportes Comes. Hasta hace nada se le veía allí casi a diario a Riverita y si le saludabas, te enseñaba sus cicatrices de tiempos taurinos.

Va transcurriendo la cena y mi padre se queda clavado en su silla…, el médico ha diagnosticado epilepsia del anciano, que no produce convulsiones… La única recomendación sanitaria es esperar y rezar para que no tarde mucho en reaccionar. Ya es tardecito, el resto de parroquianos se han ido a sus casas, el hijo (mi hermano) agobiado con la hora de cierre del establecimiento y el cuadro barroco que tiene ante sí. Aparece mi prima, que veranea allí cerca y que pasa por casualidad. Apoya e intenta aportar un poquito de humor a la situación… Llega la medianoche. Se decide el traslado del enfermo en coche a su casa. Esto que no parece demasiado complicado más allá de la carga del peso, se complica por el agarrotamiento del susodicho. Manolo, el dueño de El Bus y algún empleado que quedaba por allí no dudan en sumarse a la operación. Se acerca el vehículo a la cafetería y al cielo con él, entre los allí presentes introducen al paciente en el coche, que llega en un minuto a destino. De la puerta de casa a la cama en volandas. No puedo más que expresar mi infinito y eterno agradecimiento a Manolo y al personal del Bus por su humanidad, solidaridad y generosidad en estos tiempos.

Y digo estos tiempo porque en la actualidad, a partir de cierta edad del sujeto pasivo, dada su supuesta proximidad al final de su vida, parece que el enfoque predominante enarbola un trato poco digno hacia las personas mayores en diversos ámbitos. Se asume que no tiene relevancia lo que les queda por vivir, como si su valor se extinguiera al dejar de ser productivos. Esto ocurre sin importar si se trata de figuras icónicas, o de individuos anónimos; al cesar o frenarse su actividad, la sociedad tiende a devaluarlos e incluso a olvidarlos. Si, además, estas personas afrontan dificultades cognitivas, la situación se agrava. Así, en nuestra era de información y conocimiento, hemos perdido en gran medida el respeto hacia nuestros mayores. Si bien, no podemos negar los avances en comodidades y derechos del primer mundo, deberíamos rescatar algunos de los valores de la antigua Roma y su senado. Precisamente, el senado viene de 'senatus'; derivado de mayor, anciano. Se trataba de una representación de sus mayores porque se le atribuía aquel conocimiento devenido de la experiencia acumulada por sus años.

Recordemos que cada ser humano, sin importar la etapa vital por la que atraviesa, posee un valor intrínseco. Si lo hacemos, habrá más Manolos solidarios que, lejos de apurar a la clientela en situaciones de fuerza mayor para que abandonen su local, colaboren y ayuden como el mejor prójimo en cualquier ámbito.

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