¿Déjà vu….?

La 38ª edición del FIT de Cádiz que arranca este sábado es también el cuarto año bajo la dirección de Isla Aguilar, anteriormente en una dirección colegiada junto a Miguel Oyarzun

Germán Corona

Cádiz

La 38ª edición del FIT de Cádiz que arranca este sábado es también el cuarto año bajo la dirección de Isla Aguilar, anteriormente en una dirección colegiada junto a Miguel Oyarzun. El pasado mes de abril, Oyarzun anunciaba dejar el proyecto. Una decisión sorprendente, teniendo en cuenta que el tándem, y sus antiguos protectores -el exalcalde J.M.G. Kichi, Lola Cazalilla y Paco Cano- defendieron siempre el enriquecimiento que suponía para el FIT disponer de dos miradas. A pesar de esta separación de sus sendas profesionales, la programación de la presente edición aún viene firmada por ambos y deja ver que, quizás, la marcha de Oyarzun es una de las pocas cosas que ha cambiado en este nuevo FIT.

Y es que la sensación de ya visto al revisar la programación es demasiado llamativa. Basta con tirar de archivo para ver que, año tras año, se han venido repitiendo los mismos nombres y compañías. Tamara Cubas, quien ya estuvo en el FIT en su edición del 2021 con la instalación Esculpir el silencio, abrirá el festival con Multitud y mostrará también Ofrenda para el monstruo. Cláudia Gaiolas vuelve con sus Antiprincesas, esta vez centrada en la figura de Clarice Lispector mientras que el año pasado lo hizo centrándose en Frida Kahlo. Y como ellos, otros creadores vuelven a repetir: la compañía portuguesa Formiga atómica, los mexicanos Teatro Ojo, la compañía Societat Doctor Alonso y el creador Xavier Bobés todos ellos estuvieron en el 2020. Las integrantes del Colectivo LASTESIS actuaron en la edición número 36. Marco Canale también regresa al FIT, aunque en su caso su presencia es entendible puesto que su obra, La velocidad de la luz, fue creada a través de una residencia artística.

De 25 espectáculos programados este año, un 30% corresponde a artistas anteriormente invitados. De estos 25 espectáculos, dos están dirigidos por Tamara Cubas, tres son de los argentinos Luciana Acuña y Alejo Moguillansky y otros dos pertenecen a Yinka Esi Graves.

Sin embargo, esto no es algo nuevo en la dirección de Aguilar. Son numerosas las compañías que han recalado en más de una ocasión en el Festival en apenas cuatro años:

La Columna Durruti (2020 y 2022), Luz Arcas (2021 y 2022), Compañía La Soledad (2020 y 2022), Marinella Morena (2021 y 2022 con un taller), Mucha muchacha (dos espectáculos en 2021), Andrés Lima (2020 y 2021), Jomi Oligor, Shaday Larios (2021 y 2022). El ejemplo más llamativo es Marcelo Expósito, autodenominado artista y crítico teatral, pero en realidad activista político y ex-diputado por En Comú Podem. Expósito, del que afortunadamente parece ser nos libramos este año, tuvo una fuerte presencia en el Festival en el 2020, 2021 y 2022, y sin haber estado relacionado nunca antes con las Artes Escénicas.

Resulta contradictorio que Aguilar nos invite «a disfrutar de tantas miradas que nos vienen desde tan lejos y desde tan cerca» y sin embargo, este somero repaso de su programación revela, que a pesar de la extensión y riqueza artística de Iberoamérica y de sus cientos de creadores y maneras de entender el teatro actual, el FIT de Aguilar se ha visto restringido a unas pocas miradas. Cuatro años de contrato deberían, al menos, asegurar el conocimiento más plural posible de la realidad que supone Iberoamérica y del compromiso que el FIT de Cádiz ha tenido desde sus inicios como escaparate hacia Europa de compañías y artistas del otro lado del Atlántico.

Visto lo visto con tanta repetición de artistas invitados, está claro que el nutrido crisol que supone el Teatro Iberoamericano no se nos está haciendo llegar, lo cual es un problema pues esa limitada visión a expensas de los mismos creadores supone también que nos estamos perdiendo mucho. No se trata de cuestionar a los artistas invitados ni a su forma de entender el hecho escénico.

Tal vez de lo que aquí se trata, tal y como hemos comentado en otras ocasiones, es de que lo que hay detrás es una curaduría ligada a gustos más que a la ampliación de miras que cualquier festival debe suponer.

Después de la defensa a ultranza de que el tándem era la fórmula perfecta para el Festival debemos pensar entonces que ahora ¿el FIT está tuerto…?

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