El apunte
Gaditanos que dan el rótulo preciso
Que una plaza de Madrid recupere el nombre de José Manuel Caballero Bonald reafirma la prestancia de los literatos gaditanos en el mundo
Escribió Juan Ramón Jiménez un bello poema en el que cinceló en la memoria del tiempo aquello de «yo me iré y se quedarán los pájaros cantando». El verso, ya lo saben, tenía el significado amargo de que cuando la voz del escritor se apaga, el mundo sigue como si nada hubiera ocurrido. No le negamos la belleza a la composición de Juan Ramón, pero sí su certeza: la voz de un escritor nunca termina de resonar y su memoria, aunque con altibajos, queda. Uno de los últimos ejemplos nos ha llegado de tierra extraña, de Madrid, en donde han tenido a bien elegir para un jardín del distrito de Moncloa-Aravaca el nombre de José Manuel Caballero Bonald, uno de nuestros jerezanos inmortales. Curiosamente, ayer en la Feria del Libro de la lejana Fráncfort, le rindieron un homenaje a otra gaditana de adopción, Almudena Grandes.
Nominar la pléyade de escritores gaditanos que han dejado hondo surco en la sociedad española y universal condenaría a este editorial a algún olvido injusto. Y nada hay más obsceno que el tratar de silenciar con la censura del tachón o la piqueta a quienes han contribuido a engrandecer el firmamento de letras gaditanas. Ejemplos sobran. Como cuando con el Franquismo se le trató de poner mordaza a Rafael Alberti y se torpedeaba su barquito marinero. O, andando los años, cuando el Ayuntamiento de Cádiz decidió que el nombre de José María Pemán debía quedar borrado de los teatros y las calles. A los totalitarios les aterran las letras, incluso cuando quienes las escribieron fallecieron hace décadas.
No está de más, a raíz de los homenajes de Caballero Bonald y Grandes, que sigamos reivindicando el patrimonio inmenso de los que con la pluma, el pincel, la guitarra o el cincel han contribuido a hacer de Cádiz una de las provincias más ricas en cuanto a aportación cultural se refiere. Que plazas, calles y jardines tomen su nombre siempre es una buena idea, un homenaje para se recuerde a los gaditanos más sensibles mientras sigan, indiferentes, los pájaros cantando.
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