Opinión
Trashumante rebaño
La respuesta la tienen en el rebaño en el que se convirtió el otro día el grupo parlamentario de diputados y senadores socialistas
Chivos y ovejas integraron la animalidad de la gran trashumancia española, que hoy perece inexorablemente por falta de pastores. Trashumante no sólo son los animales, sino también sus conductores. La de pastor, es la ocupación laboral de más difícil cobertura es España. Todo lo contrario, ocurre con los animales susceptibles de ser conducido por ese pastoreo milenario. Cabrones y carneros se multiplican por doquier en suelo patrio. Y todo ello, presumo, por el exquisito paladar español a la hora de comer carnes. Me encantan ambos lechales. Ni cabrones, ni carneros, ese regusto (cherito) que dejan en el paladar no me gusta. Es lo más parecido a encontrarse en medio del rebaño cuando trashuman desde Extremadura o el Alentejo hacia el norte en busca de pastos. El 23 de junio, se celebra el Día Nacional del Cordero en España. Ya no se sí las elecciones son el 23 de junio o el de julio. «Snchz», Falconeti, «Cum fraude»…como gusten, que es un trashumante por mor del falcon, sólo por eso o quizás no, ha acabado por confundirme.
Se preguntarán Uds. por qué invoco la trashumancia hoy. La respuesta la tienen en el rebaño en el que se convirtió el otro día el grupo parlamentario de diputados y senadores socialistas, veinticuatro horas después de la disolución de las Cortes Generales y esa ovación cerrada al líder trashumante. Los aplausos eran tan efusivos y sonoros, que evocaban un tocar de palmas a lo Corea del norte. O peor, lo que describió Solzhenitsyn en su obra «Archipiélago Gulag», cuando en una reunión del Partido Comunista en uno de los distritos de Moscú, el secretario local del partido pidió a los asistentes, antes de dar por cerrada la sesión, un aplauso para el camarada Stalin. Todos los presentes se pusieron inmediatamente en pie y comenzó la ovación. Y cuando llevaban más de diez minutos de ovación ininterrumpida, cuando todos estaban ya al borde de la desesperación y con «evidentes traumatismos en las palmas de las manos», el director de una de las fábricas del distrito, que formaba parte del comité local del partido, dejó de aplaudir y se sentó. Esa misma noche, ese director de fábrica fue arrestado por el KGB. Le condenaron a diez años de prisión en los campos de concentración del Gulag soviético.
«Vamos a ganar las elecciones del próximo 23 de julio». No lo digo yo, lo dijo «Snchz». Un mes después del Día del cordero. Espero haber finalizado para ese día la digestión del carnerito o cabroncito, lechal por supuesto, que me voy a zampar y llegar en plenitud a la cita electoral, sin regusto, sin «cherito». Teniendo en cuenta que soy de la mitad de españoles a la que odia «Cum fraude», tengo que tener cuidado. Aquí no hay Gulag, pero está Soria, la Siberia española. Tanto es así, que allí se rodó «Doctor Zhivago». Ocurre en el siglo XXI, lo que ocurría en el primer tercio del XX. Dos Españas, la izquierda y los que no comulgamos con ella. Sólo que nosotros integramos la España capicúa: «la extrema derecha o la derecha extrema». Literalmente es lo que dijo el energúmeno y trashumante presidente. Miren, entonces el Frente popular y el Frente nacional contra revolucionario. Ahora, el socialismo del siglo XXI (comunistas contemporáneos) y «la derecha extrema y la extrema derecha». Me da miedo hasta de leerlo, porque nada bueno puede salir de la contienda electoral. Menos mal que eso es falso. Yo soy liberal y como no soy de izquierda, la pusilanimidad de la comunidad progre politológica española me ubica en la derecha extrema o en la extrema derecha. Ud. mi querido lector, tienen un 50 % de haber sido incluido en ese 50 %. He intentado ser exacto en la aplicación del lenguaje. Por eso ni «imbecilitas» ni «imbecillus». Aunque hablando de imbéciles, no me queda más remedio que acudir a Carlo Cipolla y su ensayo satírico sobre la estupidez humana, «Allegro ma non troppo». El puesto tercero del ranking de Cipolla es indicativo al respecto y sintetiza lo ocurrido en esa reunión habida días atrás en el Congreso. Visualicé entonces el proceso de la Trashumancia española: un gran rebaño, calificado así sólo por lo numeroso del grupo y el pastor. Éste, es fiel reflejo del puesto tres del ranking de Cipolla que dice que, «una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso». Para calificar al rebaño, me he servido de los puestos 1 y 2 de la clasificación «cipollesca». El primero, referido a todos los españoles, de izquierdas y derechas, porque «siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación». El dos, acoge sin género de dudas esa pluralidad que conforman el rebaño: chivos lechales, cabritos y «otros con los cuernos retorcidos por su vejez», amén de los corderos lechales, recentales pascuales y aquellos ovinos viejos. En fin, todo un escaparate de la fauna ibérica, porque en España los diputados no integran las listas por su sabiduría y competencia, sino que son adscritos a las mismas por cuotas territoriales. Pues ahí tienen todo el rebaño, desde Finisterre hasta la mismísima Punta de la Restinga en la Isla de Hierro.
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