Opinión
Patológicamente ideologizada
En España nunca se llegó a inocular el «virus» del mercado, las empresas y la iniciativa privada y así nos va
En España nunca se llegó a inocular el «virus» del mercado, las empresas y la iniciativa privada y así nos va. Y, sin embargo, quizás por precaución y por el temor reverencial del hombre de izquierda a la libertad de sus congéneres, ha fabricado la ... vacuna pública, de lo público, por lo público y para lo público. Decía una antigua ministra de sanidad socialista, asturiana ella que, «pretender una sociedad más igualitaria no es un capricho ni solo un apriorismo ideológico, que lo es y tiene un componente ideológico importante…». Combatir la desigualdad limitando, ahogando, impidiendo la libertad del hombre, es un grave error, fundamentado en el apriorismo ideológico de la izquierda social-comunista instalada desde hace tiempo en nuestro país. Pasado el tiempo de pandemia, podemos aseverar sin ningún temor a equívocos que, una vez más lo privado salvó al mundo del desastre. El hombre, su actividad y el riesgo asumido en las empresas por él gestionadas, dieron con la solución. Pfizer y BioNTech, y otras más, todas ellas empresas privadas gestionadas por el hombre, propiedad de los hombres, alejadas de las malas praxis público-administrativas, dieron con la solución de las vacunas, que han permitido poner fin a la pandemia. Una «Joint Venture» de ambas para el desarrollo de la vacuna, ha sido el catalizador que fundamenta una vez más, la intervención de empresas privadas como motor del desarrollo en general, en aras al iteres general, porque el mercado marca, determina y pretende la consecución del interés de todos. Una vacuna contra el virus del Covid y contra otro ideologizado que patologiza el pensamiento de algunos. La solución del problema sanitario contra el Covid vino de la mano y sigue haciéndolo, de la colaboración de dos empresas privadas que salvó al mundo del desastre. Empresas de ambos márgenes del Atlántico. El mundo occidental ganó la batalla como ya ocurrió en 1989, con la caída del Muro de Berlín. En 1991 caía la URSS y con ella el comunismo, como ideología deleznable, no apta para un mundo mejor. Y aún así, las antiguas mareas blancas, ahora reconvertida en todo un teatro de títeres, cuyos hilos mueve «Médica y Madre» (Mónica García), cuyos muñecos de guiñol erigidos en sus actores, son el Colegio de Médicos de Madrid, el sindicato Amyts y determinadas asociaciones del sector que condenan la gestión de la asistencia sanitaria gestionada por la comunidad de Madrid, por presunta privatización de determinados servicios.
La Constitución legitima la actividad empresarial privada y el derecho a la protección de la salud. Precisamente esto es continuamente objeto de debate y confrontación en la sociedad española. Los liberales proponemos sin fisuras la necesidad de la cohabitación. La progresía enaltece el dogma de lo público como paradigma de un sueño irreal y absurdo, por ineficaz, ineficiente e irracional. Este debate-confrontación no sólo se produce en los foros sanitarios, sino que irradia toda la sociedad.
los países escandinavos, Suiza y Holanda, entre otros muchos, optan por la auténtica sostenibilidad, buscando la eficacia y la eficiencia en la prestación del servicio. En todos ellos existen sistemas mixtos de gestión. En algunos, como es el caso de los Países Bajos, se ha implantado un sistema novedoso que a modo de síntesis se resume como de financiación pública y prestación de servicios privado, en el que el Estado garantiza a los ciudadanos la cobertura, siendo empresas privadas las que en régimen de competencia compiten en su oferta.
Cada día que pasa me ratifico en mi opinión: la defensa de la prestación pública exclusiva es una cuestión dogmática y por lo tanto ideológica. Pero sí un 33% de los médicos de Madrid tienen consultas privadas y «toda» la comunidad médica defiende «a muerte» la condición publica de la gestión de la prestación del servicio, solo me queda pensar mal. Defendiendo lo público (mal gestionado), garantizan también lo privado (el sindicato Amyts publicita en sus panfletos la medicina privada, ejercida supongo por sus sindicados y defensores de lo público). Sí lo público supusiera la excelencia, desaparecería lo privado. Se acierta pensando mal sin dudas. Es la defensa numantina de la ineficiencia del sistema. A colación con el debate, propongo una solución diáfana para los sanitarios: o se presta el servicio público o se ejerce la medicina privada, pero no ambas a la vez, por colisión de intereses.
Las prestaciones sanitarias, son hechos económicos sujetos a limitaciones presupuestarias. Las necesidades humanas son ilimitadas y los bienes para su satisfacción escasos. La pregunta que se le debe hacer al ciudadano–paciente es la siguiente: ¿quiere ser curado Ud. de la mejor manera posible y de la forma más eficiente, eficaz y racional? La prestación pública sanitaria nadie la pone en duda, yo tampoco. La gestión sí. Ya existe la medicina privada exclusiva en los casos de la cobertura de las contingencias profesionales a los trabajadores. Para una adecuada gestión de las coberturas asumidas por las Mutuas de la Seguridad Social, exige que también asuman la gestión instrumental de las altas y bajas en las contingencias comunes por incapacidad temporal, cuando la prestación económica corra a su cargo. Ese debiera ser el camino, desideologizado y fuera de dogmatismos que salen muy caros, onerosos, irracionales, ineficaces, ineficientes e irracionales.
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