El estado del Estado
Por una parte, se están sentando las bases para la descomposición del Estado en determinados territorios. Por otra, se le está dotando de una burocracia desmesurada que ahoga a la propia sociedad a la que dice servir y representar
Dijo Luis XIV que «el Estado soy yo». Para él el Estado representaba el poder absoluto de que disponía como monarca. Según esta acepción el Estado representa al aparato del gobierno en su sentido más amplio, o sea, aquellas instituciones que son públicas y que ... organizan la vida comunitaria, financiándose con fondos públicos. Esta definición olvida que los individuos son parte de la comunidad política y miembros del Estado, dado su condición de ciudadanos. Pero, esta definición yerra al no incorporar el componente geográfico-territorial. De ahí que debemos definirlo como forma de asociación política que tiene jurisdicción soberana sobre un territorio, delimitado por sus fronteras. En consecuencia, debemos definirlo como el conjunto de instituciones que encarnan la autoridad del Estado en un territorio. Lo que conduce a considerar que el rasgo definitorio es la soberanía. Sus leyes obligan en el interior del Estado. Hoy, para desgracia de muchos de nosotros, el Estado se ha convertido en un monstruo de dimensiones desproporcionada, como el que llevó a Hobbes a definirlo como «Leviatán».
Es la soberanía la que distingue al Estado moderno de las diferentes formas anteriores de asociación política. De ahí su consideración de Estado-nación. La jurisdicción del Estado dentro de sus fronteras es universal. Lo que significa que todos los que pertenecemos a ese Estado- nación, estamos sometidos a esa autoridad, como ciudadanos. Y como tal, disponemos de derechos y deberes. Los deberes y obligaciones del ciudadano están sujetas al poder de coerción que ostenta la autoridad del Estado, lo que asegura que las leyes se obedezcan castigando a los transgresores.
El estado del Estado español es contradictorio, amén de encontrarse en descomposición. Por una parte, se están sentando las bases para la descomposición del Estado en determinados territorios. Por otra, se le está dotando de una burocracia desmesurada que ahoga a la propia sociedad a la que dice servir y representar.
Trasladando el análisis a nuestro país, dice la Constitución (CE) que España se constituye en un Estado de Derecho. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Y, por último, las Fuerzas Armadas, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. La CE es clara y yo diría que indubitada en lo concerniente a la soberanía, sus consecuencias y efectos.
En esta legislatura se está produciendo como se ha hecho en la práctica totalidad de países sudamericanos, reformas legales con la finalidad de modificar la Constitución, sin recurrir a los mecanismos de reforma dispuesto en la misma (artículo 168 CE), lo que es un fraude flagrante de ley. Es la bolivarización del Estado, es acercarnos peligrosamente a Argentina. Son las tesis de PODEMOS, asumidas por Pedro y Antonio. El nuevo presidente de la internacional socialista. ¿Cómo estará el socialismo en el mundo para nombrar a semejante espécimen? Pues así es, el nombrado es el que pacta suprimir el delito de sedición con los que dieron el golpe de Estado, el que se vanagloria diciendo que la fiscalía depende de él, el que pretende seguir maniatando al poder judicial, impidiendo la separación de poderes del Estado, el que ha asaltado las instituciones del Estado de manera sectaria … Todo esto atestigua una determinada forma de hacer política, calificada como populista o ideología «woke». Lo que ha hecho que ciertos próceres como Javier Marías hayan terminado por alejarse de «esta izquierda», llegando a calificar, no sé si a Antonio, a Pedro o ambos a la vez, como «el mayor imbécil moral por unirse con fulleros sin escrúpulos y chantajistas insaciables». Los apoyos al Gobierno por ERC Y Bildu así lo acreditan. Podemos ha desaparecido, por un lado, Pedro y por otro Antonio, han sumido como suyas sus tesis.
El doble rasero «Snchsta» que aprueba leyes para castigar el enaltecimiento del franquismo, y a la vez despenalizar seguramente el enaltecimiento del terrorismo. O las leyes del «sí es sí», en las que las rebajas de las penas asociadas a determinados delitos sexuales, serán inevitables revisadas conforme a la nueva ley. No es una cuestión de interpretación, sino de aplicación de principios generales del derecho. La oposición a que el CGPJ sea elegido por sus pares, determina el asalto a la justicia por el gobierno, personalizado en el Presidente, con pretensiones últimas de erigirse en jefe del Estado, con intenciones de gobernar como lo hizo Luis XIV. ¿Porque, qué es si no, las continuas leyes y reformas de otras que, se aproximan al «derecho de autor», destinadas a beneficiar a personas concretas? La respuesta a este último interrogante es el atentado producido a los mecanismos legales del Estado liberal, en el que se considera como leyes justas y legitimas, a aquellas que tengan la condición de disposiciones generales y abstracta, lo que hace a la ley infalible e incapaz de error. Sólo hay que leer el BOE y observar las leyes «ad hoc», características de esta «progrez» que nos desgobierna y de la que ahora, reniega incluso Sabina, don Joaquín.
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