opinión
España: quiero y no puedo
La tradición mediterránea de laxitud en el cumplimiento de los deberes, es una constante histórica
Conocemos a la perfección nuestros derechos, pero admitimos desconocer nuestras obligaciones. La tradición mediterránea de laxitud en el cumplimiento de los deberes, es una constante histórica. España, no sólo es conocida por su dieta mediterránea, sino por la adscripción de su espíritu al espacio del ... Mare Nostrum. La producción material se encuentra enraizada en la religión y la cultura. Por eso decía Weber que, para entender el capitalismo moderno, deberíamos analizar los antecedentes en el ámbito del espíritu: mientras los protestantes comen y arriesgan laborando, los católicos dormimos bien y aceptamos como mal menor la pobreza. De ahí que la Liga Hanseática, federación comercial y defensiva de comunidades de comerciantes alemanes en los mares del Norte y Báltico, apostaron por el libre comercio, auspiciado por una burguesía empresarial pujante, logrando muchas de estas ciudades un alto nivel de prosperidad. Desde el sur las cosas comenzaron bien en la antigüedad y han devenido a menos hasta hoy. Desde Grecia, Fenicia y las Ciudades-Estados Italianas, mediterráneas ellas, prosperas porque el comercio era bullicioso y pujante y el mercado funcionaba sin más, las cosas han ido cambiando y para mal. Y es ahí donde nos encontramos. Un quiero y no puedo. Pensamos que somos ricos, cuando realmente somos pobres. Queremos un Estado del bienestar que no podemos financiar. Tenemos un Estado disfuncional, provocador por naturaleza de duplicidades y mastodóntico que consume una altísima porción de gasto público. Hemos creado un Sistema de Seguridad Social, pensado para una población joven, en ningún caso para una población envejecida. Mientras que en la Europa del norte se sentaron las bases de cambio en la década de los noventa para hacerlo sostenible, las disfunciones del sistema son mínimas, no erigiéndose en un factor importante más de déficit público.
Debemos ser realista. Por los más jóvenes y los más mayores, todos los demás debemos trabajar más, para que España siga en pie. España precisa una economía competitiva, sólo posible cuando el factor de producción «trabajo» es productivo. Posiblemente, en estos últimos cuatro años, toda la legislación, en todos los ámbitos del «ordenamiento» ha ido en la dirección contraria.
Nuestra productividad cae y la insostenibilidad económica de la estructura estatal y del sistema de Seguridad Social, imposibilitan vivir conforme a un presupuesto público racional. «El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida». Así comienza un texto supuestamente escrito en el año 55 a.C. y que se atribuye a Marco Tulio Cicerón. Da igual sí la frase es de Cicerón o no, lo que sí afirmo es que debería estar impresa en la entrada del Congreso de los Diputados. Otra que debería acompañarla sería de Séneca: «La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy».
Es lo que nos pasa en las cuestiones políticas trascendentes en este país, que no decidimos y cuando lo hacemos, calculamos que los efectos de nuestras decisiones, supuestamente adversas para la ciudadanía, las asuman los que vengan. Asumamos como imprescindible incrementar la productividad del factor trabajo, para que vivamos en paz y vivamos sin más, no sobrevivamos a regañadientes.
No se puede legislar en contra de la productividad del factor trabajo. Últimamente, los políticos que nos desgobiernan, tienen como principio inspirador de su legislación, construir un Estado basado en el igualitarismo y no en la igualdad de derechos. Toda la legislación impresa en la actualidad, con el sello de la izquierda populista española, contraviene los elementales principios tendentes a hacer productivos el factor trabajo, hacer competitivas las empresas, racionalizar el Estado, incrementar el conocimiento y, en resumidas cuentas, hacer un hombre capaz de afrontar el futuro, libre y sin ataduras gubernamentales que lo minusvaloren, haciéndolo súbditos del poder, cercenando sus capacidades y libertades. O sea, lo contrario de lo que hizo la Junta de Andalucía en la época del régimen clientelar de los cuarenta años con «Alíbabá y los cuarenta ladrones», después de otros cuarentas años para olvidar, donde sólo se han oído los quejidos del Cante Jondo.
La explicación de las diferencias abismales entre el nivel de vida en los diferentes países, pude sintetizarse en el concepto «productividad». Ésta se define como la cantidad de bienes y servicios que puede producir un trabajador en cada hora de trabajo y de la asimilación de dos conceptos: la renta de una economía es su producción. De tal forma que un país puede disfrutar de un elevado nivel de vida únicamente, si puede producir una gran cantidad de bienes y servicios.
Por lo tanto, para comprender las grandes diferencias de rentas entre países, hay que centrar la atención en la producción de bienes y servicios, o lo que es lo mismo, en el análisis de los factores que influyen y que son determinantes de la productividad. Sólo incrementado la productividad y embridando el gasto público, posibilitaremos un Estado sostenible. «Cum Fraude» no ha debido leer a Séneca (sólo lo hace citándolo, que no leyéndolo pienso, con Mark Twain, sin saber pronunciarlo), cuando a los clásicos deberíamos tenerlos siempre en la cabeza. Decía el filósofo que, «en tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto». Cambiemos el pasado reciente porque no nos lleva a ningún buen puerto. Borrémoslo todo desde 2018.
Ver comentarios